Juicio Cambiaso Pereyra Rossi: Testimonios que complican a los represores


Foto: Franco Trovato |

El juicio por los secuestros, torturas y homicidios de los militantes peronistas Osvaldo Cambiaso y Eduardo Pereyra Rossi, perpetrados el 14 de mayo de 1983, entró en las últimas semanas en una de sus fases más sustanciosas: la de las declaraciones de los testigos.


Las palabras de trabajadores del bar Magnum, parroquianos, vecinos, mecánicos, testigos del secuestro de Osvaldo Cambiaso y Eduardo Pereyra Rossi, perpetrado el 14 de mayo de 1983, más los relatos de periodistas, fotógrafos, bomberos y familiares de desaparecidos, de quienes de una u otra manera fueron protagonistas del momento en que sus cuerpos aparecieron sin vida en la localidad de Lima, comenzaron a dar forma a un juicio histórico. Se trata del cuerpo probatorio del juicio oral y público que intenta dilucidar las responsabilidad sobre el último crimen de lesa humanidad cometido durante el terrorismo de Estado.

En el proceso están imputados el último dictador, Reynaldo Bignone, el ex comisario Luis Abelardo Patti, los militares retirados Pascual Guerrieri, Luis Américo Muñoz, Rodolfo Rodríguez, Carlos Lucena; los ex Personal Civil de Inteligencia (PCI) Ariel Porra, Walter Pagano, Juan Andrés Cabrera, Ariel López y Carlos Sfulcini; y el policía bonaerense retirado Amadeo Spataro.

Tras las primeras audiencias, en la que se leyeron las acusaciones y desarrollaron las “cuestiones preliminares”, el 12 de agosto se inició la etapa más intensa, con las declaraciones indagatorias de los imputados primero y las testimoniales después.

Luego de unas pocas intervenciones por parte de los acusados (ver recuadro Indagatorias), ya que la amplia mayoría de los represores se negó a hablar, comenzaron a escucharse los relatos de los testigos, cuyos orígenes son de los más diversos: desde ocasionales trabajadores que vieron algo importante para la causa, pasando por periodistas que dieron cuenta del hecho (ver nota Pesoa...) hasta familiares de desaparecidos que integraron la Conadep durante los primeros años de democracia.

Primera jornada de testimoniales

Una de las testigos que inició la ronda de declaraciones fue Marta Atencio, quien trabajaba en una panadería de Córdoba y Lagos, a metros del bar Magnum donde se produjo el secuestro de los dos militantes.

Nos enteramos porque estábamos en la esquina. Alguien vino a preguntar si habíamos visto algo. Yo dije lo que vi, que alguien de la Policía o del Ejército habían sacado a una persona. Sucedió mientras trabajaba. Lo que vi fue la gente. Entraban a la panadería y decían que se habían llevado a alguien. (del bar). No me acuerdo si era a la mañana o a la tarde”, testificó Atencio.

Treinta años después de los hechos, la mujer, de edad avanzada, admitió ya no tener “buena memoria”, e incluso reconoció estar “tomando medicamentos” para esa dificultad.

Luego fue el turno de Pablo Antonelli. El testigo recordó el hecho ocurrido en el bar. “Volvía para agarrar Córdoba para el río. Vi a un grupo de gente que estaba en la puerta del bar y vi que había un señor en la puerta, tenido por dos personas”, comenzó a contar, y prosiguió: “Estacioné y averigüé que pasaba. Me dijeron que eran dos ladrones, dos delincuentes, que buscaban y los habían encontrado. Yo trabajaba en LT8. Vi a una persona en el suelo, que lo tenían, no recuerdo si la pisaban. Era una persona joven, de 35 o 40 años. No recuerdo ni características físicas, ni vestimenta. 

Lo tenían como para que no se escape. Me parece que el que estaba en suelo tenía una campera. No recuerdo de qué color”.

Antonelli también señaló que luego se fue a la radio donde trabajaba con el locutor Enrique Quique Pessoa y le comenté lo que había pasado. “Dijo al aire algo”, rememoró el trabajador de prensa.

El testigo que declaró a continuación, Daniel Chamorro, ofreció uno de los relatos más celebrados por el público de la jornada. Chamorro, contó que en mayo de 1983 tenía un taller mecánico en la esquina de Callao y el viaducto. “Ese sábado a la tarde –narró– estaba trabajando para la empresa Mengo. Yo estaba en una chata y entra por la calle Biedma un Mercedes 608 lona verde y un Renault 12 con antena alta frecuencia. Todos sabíamos que si tenía esta antena, era de inteligencia. Me pongo a mirarlos. Entran a Maiorano hermanos. Uno sabía que trabajaban para inteligencia del Estado o del Ejército”.

Chamorro comentó que luego uno conocido, Miguel Ángel Capobianchi, que llegó a su taller junto a otra persona, le dijo que “se deben haber llevado a un chupado”, y también refirió cómo horas después se enteraron que “habían levantado a Cambiaso y Pereyra Rossi en un bar de salta o por ahí”.

Pero la historia para el mecánico no había terminado ahí. “Esa tarde trabajé hasta las 19 o 20. Fui a la Municipalidad a hacer un trámite. Cuando vuelvo, encuentro a mi mujer con un ataque de nervios diciendo «¿qué hiciste que te busca la Policía?». Me estaba esperando la Policía y habían dejado la citación de la cual tengo en original”, indicó el testigo. Y luego continuó: “Me voy a la comisaría 6ta, había mucha gente afuera, no se si de los derechos humanos, y me atiende un sargento y cuando le digo que yo me presentaba como dueño del taller. Me abraza con mucho cariño, muy raro. Me atienden muy bien y me llevan a la oficina del comisario. A mi acompañante se lo llevan para el fondo. Él no sabía nada. A mi me dejan como 20 minutos solo, en la silla del comisario. Al cabo de veinte minutos entran tres personas. Me alumbran la cara con una lámpara. Me empiezan a interrogar. Querían saber qué sabía yo. Yo pensaba en que no tenía que decir nada. Y mentí: dije que no había visto nada. Pienso que si hubiese dicho algo, no estaría acá. Luego de una hora dándome vuelta a la cabeza, para saber si yo había visto los vehículos. Pero mentí”, remarcó.

“No me pegaron, pero me rompieron la cabeza en esos 20 minutos. Yo perdí hasta el sueño, me sentí muy mal”, afirmó Chamorro, y luego se emocionó al decir: “Estoy acá porque me interesa que se aclare esto, me duele mucho, como argentino, que los traidores a la patria siempre vivan bien”.
También declaró esa jornada la actriz Liliana Inés Gioia, que en esa época vivía en las cercanías del bar Magnum. “Yo estaba comprando el diario en el kiosco Córdoba y Ovidio Lagos, en un momento el diariero dijo algo que llamó la atención y dijo «vamos vamos», y llegue a las cercanías del bar”, contó. “Cuando llego veo que arrastran a una persona por el suelo –añadió–, estaba vendado los labios, los brazos estaban atrás atados, lo ingresan a una camioneta, me dijeron que era por una cuestión de drogas y nos pidieron que nos fuéramos. Cuando lo suben al vehículo, hay un festejo”.

La mujer admitió al tribunal que quedó “muy impactada ante lo que ocurrió”. “Me lastimaba la forma violenta en que lo sacaron. Creo que después fuimos al cuartel de bomberos, y el bombero dijo algo así como «debe ser un subversivo»”.

Al igual que Chamorro, la testigo contó que luego de su declaración en sede judicial, sufrió intimidaciones. “Me tocaban el timbre a altas horas de la noche, bajaba y no había nadie”, recordó.
Otra de las testigos de la audiencia fue Ana Pellon, dueña de una farmacia que se ubicaba al lado del bar. “Lo que me acuerdo es haber visto gente que subía a una persona, a un vehículo grande, un camión o una camioneta, y a mi me pareció que esa persona estaba accidentada. No recuerdo el horario. No recuerdo si estaban de uniforme o no. Eran 3, 4 o 5 personas, no recuerdo”, declaró.
Después se presentó ante el tribunal José Antonino Rozas, quien no solo era el propietario sino que atendía las mesas del Magnum. “El bar estaba lleno porque daban cursos en la otra cuadra”, explicó el testigo, que rememoró cómo “entró gente, se abalanzaron sobre la mesa en cuestión, mi papá se acercó para separar, lo empujaron para atrás”.

Rozas relató que a Cambiaso y Rossi, quienes “no eran clientes habituales”, les sirvió “un café y un carlitos”. También indicó algunos detalles de lo ocurrido tras la irrupción de los secuestradores: “Estas personas muestran resistencia pero igual se las llevan. Eran cuatro o cinco los que entraron al bar. Vestidos de civil, con ropa informal. Golpearon a los de adentro y quedó sangre en el suelo. Se fueron en un par de camionetas. Una camioneta seguro. Había dos vehículos. Las llevaron arrastrando. Al tiempo largo vino la policía”.

Segunda jornada de testimoniales

El miércoles 19 de agosto el juicio continuó con nuevas declaraciones. Uno de los primeros testigos de esa jornada fue Ignacio Militango, dueño del puesto de diarios próximo al bar Magnum, quien mencionó que ese día “estaba trabajando en el kiosco”.

Yo ya estaba por cerrar e irme a mi casa”, relató y aclaró que desde ese lugar no tenía “visión de dentro del bar”. Aunque planteó que pudo ver como “a uno lo llevaban como una maleta y lo tiraron arriba del camión”.

Después declaró Olga Juárez, quien trabajaba como empleada de la casa de la familia Cambiaso, en la localidad de Pérez. “Trabajé en la casa de la familia Cambiaso, donde estaba el matrimonio viejito y el hijo, las hijas vivía en Rosario”.

La mujer recordó que tras la aparición de los cuerpos de los militantes asesinados, tuvo que ir a San Nicolás a reconocer las ropas con las que Cambiaso el salió vestido. “Recuerdo que eran las ropas con las que él salió, creo que yo se las había arreglado, yo sabía qué era lo que él iba vistiendo”.
También indicó que “ese día que él salió había un vehículo que no era de Pérez, un vehículo extraño, color verde, que estaba frente de la casa. No me acuerdo como era pero era algo extraño”.

Luego testimonió el bombero Andrés Fanar, uno de los que llegó a Lima donde estaban los cuerpos de Cambiaso y Pereyra Rossi, en el escenario montado por los represores. “Nosotros nos encontramos era un camino de oscuridad, casi anocheciendo”, señaló Fanar, quien no pudo dar grandes precisiones. “Nos encontramos con patrulleros, un auto que no me acuerdo ni del color ni de la marca, y dos cadáveres a lado del auto, serían seis de la tarde. Los cadáveres estaban donde se que uno estaba adentro no me acuerdo en que posición estaban los dos. Uno estaba adentro, se de uno que estaba adentro. No me acuerdo”, declaró.

En la misma línea fue la declaración de Claudio García, otro de los bomberos.
                
Un julepe bárbaro”

Finalmente declaró Jorge Alberto López, quien recordó cómo le robaron su Fiat 128 color blanco un sábado de mayo 1983, que posteriormente fue usado por los represores. “Sale un Dodge 1500 marrón que se me adelanta y continúa a baja velocidad. Como yo estaba apurado, intenté pasarlo pero el otro auto me lo impedía. Hice una maniobra rápida, Dodge se cruzó enfrente y se abrieron cuatro puertas de las que salieron cuatro personas. Acelero, pero cuando miro había un Falcon amarillo, del que salieron otras cuatro más”, relató el testigo.

Luego, López contó que se le acercó un hombre le dijo que descienda, le apuntó con un arma cromada y preguntó a los otros «¿qué hacemos con éste?», a lo que otro respondió, según el testigo: «Cargalo, cargalo» y otro «dejalo, dejalo». “Por suerte me dejaron ahí”, refirió el testigo, quien relató que de ahí se dirigió a denunciar el robo en la comisaría 10. “Tenía un julepe bárbaro”, confesó López. Producto de la investigación, se pudo saber que su auto le había sido sustraído por la patota de la dictadura por sus similitud con el de Cambiaso y que fue usado en el marco del operativo de secuestro de los dos militantes peronistas.


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