Juicio Guerrieri II. Entrevista a Fernando Dussex: “Que los jueces se pongan las pilas”
Por Ivana Roberti. Tras declarar en el juicio contra la patota del Batallón 121, el querellante e hijo de uno de los desaparecidos de la Quinta de Funes se quejó de algunas actitudes de los jueces. “Hacen preguntas basadas en un total desconocimiento de la causa”, dijo. Por Ivana Roberti Fernando Dussex es uno de los siete hijos de desaparecidos que declararon como testigos en el juicio oral por la segunda parte de la causa Guerrieri, donde están imputados doce represores –entre militares retirados y ex personal civil de inteligencia– integrantes de la patota del Batallón de Inteligencia 121 de Rosario.
La madre de Fernando, Cecilia Nazábal, junto con Alicia Gutiérrez –esposa del militante de la UES y Montoneros Eduardo Toniolli, quien también estuvo en cautiverio en la Quinta de Funes y continúa desaparecido–, fueron las iniciadoras de esta investigación desde 1985 y quienes contra viento y marea reconstruyeron paso a paso el accionar de ese circuito represivo. La memoria de Fernando es en buena medida heredera de esa tradición de lucha contra la impunidad, y como un mandato con los que ya no están, dejó su huella en el expediente que se va escribiendo jueves y viernes en este proceso que se acerca al dictado de la sentencia. En una extensa charla con Diario de los Juicios, compartió recuerdos y las sensaciones tras dar su testimonio. “Tengo un enojo personal de mi parte con la justicia, porque siento que ni se preocuparon en investigar”, señaló.
–¿Cuál es tu opinión sobre este Tribunal?
–Yo en lo particular me sentí bastante cómodo, pero hay algunas preguntas que estuvieron fuera de lugar y cuestionamientos en otras declaraciones que estuve viendo, un cuestionamiento muy playo. Por ejemplo a mí me preguntan de mi madre, yo digo que estaba en Montoneros y que en un momento se abre y entonces me re-preguntan ¿Tuvo algún tipo de represalia por eso?, eso es algo que no hace a la causa, y me parece muy jodido que se les pregunte a los viejos compañeros si habían participado de un operativo. O sea, no tiene nada que ver, porque entrega una versión muy sesgada de la realidad que requiere un análisis más profundo. Hacen preguntas basadas en un total desconocimiento de la causa, no se han tomado el trabajo de leerla, de masticarla, por eso este juicio va a ser más corto, no hay profundización. Tengo un enojo personal de mi parte con la justicia, porque siento que ni se preocuparon en investigar. La realidad es que Costanzo tira los datos y los documentos de todos, si ya no los agarran con eso es falta de voluntad. A mi me parece que tienen que ponerse a investigar, sobre todo, el destino final de los cuerpos. Hay dos datos: Costanzo dice que los tiraron a la bahía de Samborombón y que salieron desde Fisherton, por lo que se podrían investigar registros de vuelos de ese día, aunque a mí esa versión no me cierra porque pensándolo un poco en frío es una complicación logística muy grande salir desde acá. También habla en su declaración que los enterraron en las Islas de acá enfrente, del río Paraná, pero no dice cuál ni nada más. Tampoco se profundizó sobre ese tema. Es un dato muy vago, muy nebuloso, puede ser, pero hace falta una investigación y si no buscan sobre los registros de vuelo de ese momento, menos van a buscar los cuerpos en las Islas. Conocemos el caso de Sabrina Gullino, que busca a su hermano mellizo. Es realmente muy fuerte y da un poco de bronca que no se busque un poco más.
–¿Creés que hay alguna carencia en términos de formación o de recursos de la justicia?
–Yo creo que hay maneras de buscar y que si le ponen voluntad, porque no es falta de recursos: esto es voluntad. No es que designen más jueces y fiscales. Acá hace falta que se pongan las pilas y le pongan voluntad. Una anécdota muy absurda de la primer parte de esta causa Guerrieri es cuando se hizo el reconocimiento de dos casas –El Fortín y La Española–, que surgen de un llamado que le hace el intendente de Funes a mi madre, y Alicia Gutiérrez se va con (el entonces juez de la causa) Di Gerónimo a hacer el reconocimiento. Luego por una serie de declaraciones de testigos, como Alejandro Novillo, que dijo que no estuvo ahí, y de Rafael Bielsa, que dijo que sí había estado ahí, a Di Gerónimo se lo ocurre que habría que buscar un Médium, cuando la realidad es que te tenés que levantar más temprano y ponerte a trabajar e investigar. Por ejemplo, si hubo algo seguro, es que hubo testigos, porque el Fortín estaba en una zona bien rural, pero la Española estaba en el casco urbano y debe haber testigos ¡además de “médiums”! que en ese momento vieron algo raro y pueden denunciar, eso hoy sería muy importante. Pero creo que el gran enojo particularmente es la falta de voluntad para investigar de parte de la Justicia, para llegar a un conocimiento, a una verdad histórica y qué pasa en el trasfondo de toda esta cuestión.
–¿Cómo transitás personalmente esta segunda etapa del juicio?
–Esta etapa la transito un poco más involucrado por lo que fue la relación con mi madre. Antes, yo ponía el cuerpo y ella iba adelante. Y yo la bancaba. Ahora, como ella no está, también me involucré en otras cosas. Es como una necesidad poder encontrar un poco más. En algún punto la declaración fue muy fuerte, a pesar de que por el aporte a la causa no sea sustancial, pero sí a nivel personal fue liberador y necesitaba hacerlo. Comprendí muchas cosas, yo la vi a mi madre Cecilia Nazabal como una gran mujer que puso el cuerpo como loca, y me parece que uno puede decir “dejó la vida en esto”, pero me parece una visión tremendista, porque mi madre ponía el cuerpo en todo lo que hacía, no hubiese sido ella si no hubiese dejado la vida ahí. Era una forma de ser con todo y si no hubiese hecho ello no hubiese sido ella. Vivió como quiso. Un amigo, Germán Marino, que tiene el viejo desaparecido –El Grillo Marino, son de Villa Giardino, Córdoba, y hacen homeopatía–, siempre le decían a mi vieja que vaya por la salud, y yo le decía a Germán que no la veía a mi vieja yéndose a vivir allí porque no hubiese sido ella. A lo mejor vivía 20 años más, pero no era ella esa. No había otra forma de encararla para ella que poniendo el cuerpo en esta investigación. Ella vivió como quiso vivir.
–¿Qué expectativas tenés con las sentencias?
–Personalmente no tengo una expectativa de la sentencia. Me parece fundamental a nivel colectivo, a nivel sociedad es indispensable, pero a nivel personal no es reparadora la sentencia, al menos en mi caso. Sí es reparador todo el camino para llegar a la sentencia y un avance como sociedad. A nivel personal es más complejo el tema y la reparación no existe, existe el conocimiento de lo que pasó y una reconstrucción emocional. Muchas veces me dio vuelta esta cosa de si vale o no la pena. Sí sería fundamental que podamos obtener más pistas de dónde están los cuerpos, porque ellos saben dónde están. En mi declaración fui claro, ellos saben dónde están los cuerpos y sería completar una etapa de la visión que tengo de la historia de mi padre y que de muy chico me vi obligado a racionalizar un montón de cosas que de otra manera no las aguantás. Sería poder cerrar cuestiones más emocionales. Yo a los tres años ya tenía claro que mi viejo no vendría. Por esta cuestión, yo era la parte racional y mi madre la emocional. A nivel de desarrollo personal todo el camino del juicio me ayudó mucho para poder sanar algunas cuestiones emocionales. Que durante todo el tránsito haya sido muy asiduo el contacto con los cumpas de HIJOS ha sido muy reparador. Hay un entendimiento de determinadas cosas que en otro ámbitos no están o que yo no lo encontré, y eso en sí es reparador para mí. Realmente es así en mi caso Todo el camino hacia la sentencia es reparadora, pero no la sentencia en sí.
—¿Cómo definirías lo que significó el terrorismo de Estado?
—El terrorismo de Estado fue una herramienta indispensable para implementar un modelo socioeconómico en Argentina, que de otra manera hubiese sido imposible. Ni poniendo candidatos títeres lograrían jamás su objetivo como a través de dictaduras militares. Creo que el proceso de los juicios a los genocidas ha servido de referencia mundial y hemos visto cosas como sociedad que antes no las hubiésemos podido ver, aunque mi sensación es que en el laburo, en un ámbito diferente, hay una opinión muy playa respecto al tema. La lectura común es que el terrorismo de Estado estaba mal, pero no hay un análisis más allá de esto. Y después, toda la cuestión de la estigmatización de la militancia, de la politización. En la fábrica, los dueños de fabrica me impresionan cuando hablan de la política como algo malo, cuando el hecho de dirigir una industria es hacer política.