Juicio a represores de la dictadura en San Nicolás: Habló el ex comisario Jorge Muñoz


Habló un acusado en el juicio contra represores que actuaron en San Nicolás durante la dictadura. El ex comisario Jorge Muñoz reclamó “al menos un reconocimiento” de parte del entonces bebé –hoy joven de 36 años– que en noviembre de 1976 fue el único sobreviviente del operativo donde asesinaron a tres adultos y dos niños.

“Quiero que lo mío sea claro, porque considero que lo que voy a decir es la verdad, no mi verdad”, comenzó su intervención el comandante general retirado de la Policía Federal, Jorge Muñoz, el único de los tres imputados en el juicio por delitos de lesa humanidad cometidos en San Nicolás durante la dictadura, que habló este miércoles en la ronda de declaraciones indagatorias.


Los otros acusados son el coronel retirado Manuel Fernando Saint Amant, en aquel entonces jefe del Área Militar 132 y del Batallón de Ingenieros 101 de San Nicolás; el coronel retirado Antonio Federico Bossié, jefe de Operaciones de la zona.

El juicio que se inició el 3 de julio pasado, y que se realiza en el tribunal oral federal N° 2 de Rosario, reúne tres causas que tramitaron por separado en la etapa de instrucción (investigación): el caso de la Masacre de Juan B. Justo, ocurrido en noviembre de 1976 –se juzgan los homicidios de Ana María del Carmen Granada y la pareja Amestoy Fettolini y sus hijos de cinco y tres años–; el caso de los Militantes de la JP-Montoneros desaparecidos en los Barrios Trípoli, Don Bosco y Santa Rosa, ocurrido entre abril y mayo de 1977 –se juzgan los homicidios de María Regina Spotti, María Rosa Baronio, Eduardo Luis Reale, Horacio Arístides Martínez, María Cristina Alvira y Raquel Rosa Alvira–; y el caso Mastroberardino, ocurrido en abril de 1977 –donde se juzga el secuestro de José Emilio Mastroberardino locatario de la casa donde vivían el matrimonio de los militantes Almada-Spotti y su hijos Victor y Martín–.

Con una singular arrogancia, Muñoz dio su versión de los hechos: la publicada como oficial en tiempos de terrorismo de Estado. “Los hechos de los cuales fui testigo, he sido protagonista y víctima”, subrayó el represor para luego agregar: “Testigo porque he estado en todos los lugares mencionados en esta causa, protagonista porque he tenido que actuar en los mismos, y he sido víctima porque he sido atacado por elementos delincuentes con armas de fuego con consecuencia de la muerte de dos de mis mejores hombres”.

“No pensé que iba a ser felicitado por haber entregado un niño a la justicia y a la sanidad, pero por lo menos un reconocimiento”, solicitó el imputado en referencia al bebé que fue el único sobreviviente de la Masacre de Juan B Justo.

El receptor de la agraviante ironía es Manuel Gonçalves, querellante de este juicio, quien tenía apenas unos meses en noviembre de 1976, y que luego de ser sacado del domicilio donde habían asesinado a la madre, sus compañeros y los niños de estos, sufrió un derrotero en el que fuerzas de seguridad, Ejército y Justicia se confabularon para sustituir su identidad. Manuel se reencontró con su familia biológica, gracias a las Abuelas de plaza de Mayo, luego de dos largas décadas de búsqueda.

“Ahora me encuentro que me hace una querella este jovencito, quiero pensar que no es por odio, por alguna cuestión genética, o por algo económico”, disparó el represor en otro tramo de su provocadora exposición.

“Si el joven dice que quiere saber la verdad, bueno está en el expediente originario”, continuó el imputado, que al menos tuvo el decoro de reconocer que aquel expediente “tiene fallas técnicas”, aunque atribuyó éstas a que “estuvo hecho a las apuradas”.

El represor se refirió a la Masacre de Juan B Justo varias veces “como un enfrentamiento”, versión que es desmentida en el expediente por las querellas y la fiscalía; e incurrió en numerosas contradicciones con relación otras declaraciones suyas prestadas en diferentes instancias, que la fiscal Adriana Saccone se encargó de poner de manifiesto.

Muñoz recurrió a dos artilugios muy usados en los juicios contra represores de la dictadura y que los jueces en general ya no se tragan. Por un lado quiso ampararse en la Obediencia Debida. “Yo recibía órdenes de superiores y el Ejército”, se atajó. Y por otro quiso cargar la responsabilidad en un jefe del ejército ya fallecido de apellido Pérez Burkart.

“Hoy en día voy a a San Nicolás y me reciben en casa de gente amiga porque saben de que persona se trata”, aseguró Muñoz y abundó: “Los delegados de la policía federal tienen dos años en las delegaciones, cuando cumplí los dos años, venía el final de mi función y me notifican verbalmente que me prepare, yo me fui a despedir del intendente, del dueño del diario, del obispo. Todas estas personas llamaron a la jefatura diciendo que yo no podía ser movido de allí”.

El represor se vanaglorió de que por ese clamor nicoleño “transcurrió un año y pico más” su estadía en la ciudad. “Nació mi hijo, le pueden hacer el ADN no precisé llevarme ningún bebe, tengo varios, tengo cuatro”, chicaneó el imputado.

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