Juicio Díaz Bessone: “A partir de ahora averigüen ustedes”

Dos nuevos testigos se presentaron este martes en el juicio contra la patota de Feced que se está desarrollando en el Tribunal Oral Federal de Rosario. Francisco Reydoó relató su secuestro torturas y cautiverio durante la dictadura en el Servicio de Informaciones (SI) de la policía, mientras que Mirta Wurm ofreció un crudo testimonio sobre la desaparición de su hermana. “Yo vine a este lugar para que me digan a dónde está mi Hilda”, reclamó la testigo a los jueces.

Reydoó, quien había militado en la Juventud Peronista, contó cómo fue secuestrado en su casa a la madrugada el 14 de octubre de 1976, donde estaba toda su familia y su novia, a quien en realidad los represores buscaban y no vieron. El testigo describió cómo lo pasearon por distintos domicilios buscando a su novia, cómo lo metieron en el SI lo torturaron con picana eléctrica y golpes.

“Me meten en una habitación y me pegan preguntandome siempre por Alicia (su novia). Me desnudan y me ponen en una especie de cama sillón de metal, me atan y me empiezan a torturar con corriente eléctrica. Eso es espantoso no tiene palabras para describir. Estaba con mucho miedo, en mi militancia, siemrpe pensé que iba a ser detenido y torturado, me prepare para soportar eso, leí declaraciones de compañeros torturados años anteriores”, testificó Reydoó.

El sobreviviente recordó a muchos de sus compañeros de cautiverio, y en especial a sus compañeras. “Me dejaron vendado en las escaleras que van a la Favela (otro sector del SI), viene una mujer y me baja la venda y me dice que era Elba Juana Ferraro de Betanin. Estaban Elba, María Inés embarazada, y otra mujer que no se quien era pero que se identifica como una vecina de las Bettanin”.

Francisco recordó que una compañera detenida caminaba de un lugar a otro sin parar, y decía que la habian torturado y que la habían violado. En ese punto, el testigo hizo un planteo muy particular a los jueces, que ya han realizado otros ex detenidos. “Quiero pedirle a este tribunal que considere las violaciones como un delito de lesa humanidad, lo pido con el mayor de los respetos, por respeto a las mujeres violadas”, solicitó el testigo.

Reydoó también mencionó a muchos de sus compañeros hombres en el SI, como “Manolito Fernández, Eduardo bertolino, Gustavo Picolo, y el cabezon Perez Risso”, con quienes después fue trasladado a la cárcel de Coronda.

También recordó emocionado que con Piccolo que fue compañero el colegio Dante Alighieri, junto con Serguio Jalil, Oscar Bouvier y Ricardo Meneguzi (estos tres víctimas fatales de la dictadura).

En Coronda el ex detenido político pudo reconocer a dos de los acusados del juicio y reconocidos torturadores del SI. “Cuando en el primer recreo en Coronda yo pude identificar a el Ciego y el Cura. El ciego era el oficial Lofiego, y el cura era Marcote”, indicó el testigo.

Al cierre de su declaración, Reydoó mencionó que sobre su historia escribió un libro que habla de mi detención hasta su libertad, en el que habla de sus compañeros desaparecidos y fusilados. El libro que se llama la ventana, y que nunca fue publicado, se entregó como prueba documental a los jueces del tribunal Oral Federal 2, que escucharon atentamente el testimonio de Reydoó.

Otro testigo

En segundo término declaró la testigo Mirta Ana Wurm por el caso de la desaparición de su hermana. “Hilda Wurm es mi hermana y Jorge Wurm mi papa. Yo se que una vez fue fuerzas del ejército entraron a casa de mi mamá buscaron a mi hermana y mi papa pidió acompañarla, en calle Solis, a media cuadra de Córdoba. Yo no vivía ahí, yo estaba en mi casa y no supe nada de eso hasta mucho tiempo después que me lo contaron”, sostuvo la testigo.

“Mi mamá ‒amplió Mirta‒mucho tiempo después me contó. Trataban de tenerme muy al margen y no me enteraba de muchas cosas, yo tenía cuarenta y algo, y mi hermana treinta y siete, o treinta y seis. Mi hermana era profesora de Psicologia, y trabajaba en los Quirquinchos en una escuela secundaria, no se si dejo o la dejaron, ella me dijo que trabajaba con Lescano en educación de adultos. Militaba en Montoneros”.

Con un discurso sencillo, humilde, alejado de la verba militante, Mirta desencajó a los jueces del tribunal. Recordó que su hermana se escondía en su casa, y que “hubo un tiempo que venia a dormir a la noche, venia muy tarde y se iba muy temprano, generalmente yo no la veía, venia y se iba”. “La llamaron a mi mamá un día y le dijeron que tenia una hija que vivía en tal dirección y otra que iba a dormir, que le diga que no vaya mas porque la tenían vigilada, mi mamá se comunicó con alguien de enlace con mi hermana y a mi hermana no la vi mas”, dijo la testigo.

La testigo contó que con el avance de la represión su hermana fue distanciandosé de la familia para no comprometerlos, hasta que la perdieron de vista en octubre de 1976. “El 26 de octubre (día de su cumpleaños) ella no apareció y un par de días después vino mi papá a casa nervioso. Me dijeron que mi hermana fue a una reunión a Buenos Aires y no volvió”, contó Mirta y reclamó que “a partir de ahora averiguen ustedes”. La testigo confesó que “nunca más” pudieron saber algo de su hermana y en ese momento miró a los jueces y les dijo: “Yo vine a este lugar para que me digan a dónde está mi Hilda”.

El candoroso relato de Mirta, fue contundente. “Mi mamá ‒rememoró la testigo‒ vivía con la ilusión de que Hilda que se había escapado a algún lado y me hizo jurar que no la buscara, porque sino yo podría dar algún dato y la iban a encontrar. Y yo en ese momento pensé tengo que cuidar a mi mamá, y mi hermana la respeto porque era una idealista, dio su carrera, sus pertenencias y cuando no le quedo nada dio su vida. Yo me quede con mi mamá”.

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