Juicio Díaz Bessone: “El ejército argentino fue la escoba del poder económico”
María Inés Luchetti de Bettanin, testigo del infierno del Servicio de Informaciones donde funcionó el centro de exterminio con más detenidos de la provincia de Santa Fe, declaró este martes en una ronda de cinco testigos. “Quiero acusar al ejército argentino de traición a la patria ‒señaló‒, y decir que fueron la escoba de los intereses extranjeros y el poder económico, que barrió con los resortes de la nación que podían desarrollar un país independiente y con justicia social”. La crueldad con las embarazadas que estuvieron detenidas en el SI, que narró Bettanin, conmovió a los tres jueces del tribunal de calle Oroño.
La sobreviviente recordó que en su familia hay tres asesinados y cuatro desaparecidos por la dictadura ‒uno de ellos, su marido Leonardo Bettanin, quien fuera diputado justicialista‒.
En el inicio de su testimonio Bettanin manifestó su “identidad peronista”, recordó que si bien en ese momento ella “no estaba militando orgánicamente”, su compañero Leonardo y otros familiares sí estaban integrados a "la organización Montoneros”. Y luego: agregó: “Quiero acusar al ejército argentino de traición a la patria, y decir que fueron la escoba de los intereses extranjeros y el poder económico, que barrió con los resortes de la nación que podían desarrollar un país independiente y con justicia social. Fueron los barrenderos de la miseria argentina. Dan vergüenza frente a la historia del ejército del general San Martín”.
La testigo declaró que fue secuestrada el 2 de enero de 1977 en el barrio gráfico de Fisherton, junto a un grupo de parientes, amigos y niños. “En mi casa estaba mi marido, (Leonardo Bettanin), mis dos hijas Mariana y Carolina ‒de 3 y 1 año y medio respectivamente‒, mi suegra Elba, mi cuñada Cristina Bettanin y su marido Jaime Colmenares, Roque Julio Maggio y Clotilde Tozi con sus hijitas Paula y Bárbara. Yo estaba embarazada de cuatro meses”, relató. Esa jornada, un operativo de amplio despliegue rodea la casa y obliga a todos a salir.
La situación descripta por Bettanin fue impactante. Las mujeres cargaban con las niñas, los tiros sonaban uno tras otro. Las nenas creían que los estruendos eran los fuegos artificiales que sonaban esos días por las fiestas comentó la testigo. La muerte acechaba afuera. “No tiren, estamos con chicos”, contó que gritó en ese momento Bettanin. En medio de esa vorágine de terror, antes de ser capturada, Cristina, su cuñada, quien tenía un alto nivel de compromiso en Montoneros, decidió tomarse una pastilla de cianuro ‒la organización les proveía ese veneno para casos como esos‒. Tras la masacre, resultaron muertos Cristina Bettanin, Roque Maggio, Leonardo Bettanin, y Clotilde Rosa Tosi. Todos los demás fueron secuestrados por la patota.
Ya en el auto de sus captores, Bettanin recordó que realizó todo el trayecto con “Barbarita” levantada. “Yo la mostraba por la ventana, para que alguien la reconozca, porque sabía que Clotilde vivía en barrio gráfico por donde estábamos pasando”, indicó.
El testimonio de Bettanin continuó: “Nos llevan en un patrullero a todas juntas a la policía de menores, que era una casa de altos. Yo no sabía a quien entregar a Barbarita y a Pauli, di el domicilio y teléfono de mi mama”. La testigo contó que luego le sacan a las nenas, las meten en un patrullero, a ella y a su suegra, y las llevan al SI.
“Me entran con el patrullero en un patio ‒prosiguió el relato de la sobreviviente‒, recuerdo subir escalones, pasillo con gente tirada, habitación como con una barra, se me corrió la venda y veo un hombre gordo de lentes y morocho. Me llevan a un cuarto mas al fondo, vendada, ahí me interrogan. En Rosario yo no había militado orgánicamente, empecé a dar todos los nombres de los compañeros muertos en Buenos Aires y entonces una mujer (la “Polaca” Nilda Folch), grita : «esta mintiendo» y me pegan. Luego esa mujer se me acerca, toma mi mano y me dice que diga la verdad, «pensá en tus hijas», me dice. Después me empieza a interrogar el Pollo (José Baraballe) con golpes de puño en la panza y la cara. Le digo al guardia que tengo contracciones. Viene alguien al que le veo debajo de la venda, bordado “Dr. Gentile”, que dice «tiene 4 centímetros de dilatación».
Entre algunas de las detenidas que mencionó Bettanin que compartieron cautiverio con ella, nombró entre otras a Estaba Liliana Feuliet, Marisol Perez, Herminia Acevedo, Carmen Lucero, Olga Cabrerra Hansen, María de la Concepción Villar de Tapia, Alicia Tierra (quien permanece desaparecida).
“Un día abren la puerta y me tiran a mi suegra ‒indicó la testigo‒, la habían picaneado, golpeado, violado. Fue muy emocionante el encuentro con mi suegra. No sabíamos que había pasado con Jaime, hasta que alrededor del 5 de enero escuchamos la voz de mi cuñado que era venezolano que dice:«ya me tienen amarrado». Luego escuchamos que se lo llevan”. Bettanin comentó que el Pollo una vez le dijo que “no hable más del tema”, porque a Jaime “lo quemaron con ácido”. Jaime Colmenares, el cuñado de Bettanin está desaparecido.
La testigo recordó que luego las bajan al sótano. “Ahí puedo higienizarme, no teníamos venda y podíamos hablar, en el sótano estaba Marisol Perez que cumplía años justo el 13 de enero, el mismo día que mi papá”, señaló.
Bettanin recordó un episodio protagonizado por su suegra: “Un día pidió mi suegra a Folch un cigarrillo y ésta le dijo ahora te lo traigo, se fue y volvió con uno de los represores, Darío, que la cagó a patadas. «Esta es la vieja que me hinca las pelotas todo el tiempo pidiendo cigarrillos» dijo la Polaca”.
El día 15 de diciembre Bettanin comenzó a tener contracciones, la vio el doctor Silvestre Begnis y logró que autoricen su traslado a un hospital, en el que tuvo que parir a su hija esposada y sin ningú tipo de cuidados.
“Managua me sube al Renault amarillo en el que estaba Lofiego, me llevaron a la asistencia publica, y me internan en una habitación de alto riesgo ‒narró la testigo‒. La celadora me saca las esposas cuando ya estaba a punto. En mi parto estaban las celadoras, y estaba el personal de guardia. Tengo a mi nena, me esposan a la cama y a mi hija Cristina la dejan en una cunita adosada a la cama. Más tarde, me despierta un policía joven y me dice «esta en un charco de sangre», el muchacho me llevó a lavarme, me dejó dar vuelta el colchón e invertir la sabana, y me dijo «yo mañana renuncio, no entré a la policía para esto».” En ese instante del relato, la jueza Beatríz Cavallero, que seguía muy concentrada las palabras de María Inés, se llevó la mano a su rostro, en un claro gesto de consternación.
Bettanin contó que fue llevada con su beba de nuevo a la Alcaldía de la Jefatura de Policía. “Me bajan al sótano de la Alcaldía y una celadora, me dice que pase y cierra la puerta. Estaba con mi nena en brazos y veo a Olga Cabrera Hansen, Blanca Cuenca de Moyano, todas las compañeras, que empiezan a romper sábanas para hacer pañales, nos abrazan. Por primera vez me sentí cuidada y pude llorar”, contó emocionada. Después volvió a emocionarse cuando recordó el reencuentro con su suegra en la Alcaldía.
“Quiero decir que la vida en el Servicio de Informaciones era un infierno ‒expresó la testigo‒. La radio siempre a todo lo que da, gritos de compañeros torturados. Eran dueños de la vida y de la muerte de cada uno de nosotros, los compañeros mas torturados tenían que hacer sus necesidades en un tacho que se bajaba cada tres o cuatro días. Escuchábamos a familiares que venían a preguntar por compañeros y se los negaban”.
A continuación Bettanin repasó la lista de la gente de la brigada, que vio en el SI: “Cuando fui secuestrada estaba Guzmán Alfaro, el comandante del 2º cuerpo, Galtieri, el mono Sandoz, de los guardias, recuerdo a Caramelo, Carlos Ulpiano Altamirano; el cura que era el violador oficial del Servicio de Informaciones; Managua que creo que es Vallejos; Dario Formoselle; Archi, Kuriaki, el japonés, Sargento “Pelado” Vergara, Juan “el Correntino”, otro Juan, el picha Eduardo Dougur, Kung fu Carlos Martín Ramos y Ramón Telmo Alcides Ibarra, que le decían Rommel”.
Bettanin agregó que “había un infierno paralelo” y señaló en ese sentido a “los militantes que se habían pasado al campo del enemigo, con actitudes de hostigamiento, y el manifiesto deseo que eran nosotros o ellos”. En es punto la sobreviviente planteo: “Quiero decir una cosa. En el SI todos los secuestrados tuvimos el mismo grado de no libertad, lo que no tuvimos fue las mismas actitudes ética y morales, porque aun quienes dieron datos en la tortura luego se sumaron a las denuncias. Hay un límite en la vida, hay que hacerse cargo de lo que se elige, hubo compañeros que heroicamente en la picana no dieron ni los apodos”.
Bettaini confirmó los dichos de otras detenidas en torno al rol del Capellán de la Jefatura de policía Eugenio Zitelli, que justificaba la tortura. Y también coincidió con lo sistemático que fueron las violaciones a las detenidas.
Bettanin también remarcó como lo hicieron otras testigos, el terrible episodio vivido por las tres trabajadoras del frigorífico Swift, las hermanas Marciani, todas embarazadas.
La testigo hizo un alto para mencionar un hecho relacionado con Alicia Tierra. “Yo la vi con vida en el Servicio de Informaciones y hoy esta desaparecida”, dijo y recordó que “era la compañera de Alberto Tion, y un día se lo tiran al lado, estaba reventado por la tortura”. Bettanin describió que “el Cady”, apodo de Ricardo Chomicki, ante el pedido de Alberto para tomar agua, “le trae un sifón de soda y le da un ataque al corazón”. La testigo explicó que luego del paso de corriente eléctrica tomar líquido es mortal.
Tras su largo relato ‒del cual en este intento de crónica se hace una apretada síntesis‒, Bettanin realizó un alegato final. “Quiero decir que todo esto fue muy duro, pero más duro por la situación en quedó el país. Nosotros tuvimos el privilegio que tuvimos de elegir nuestro destino, mientras que amplias mayorías todavía hoy no pueden hacerlo. El único homenaje serio, profundo y verdadero que podemos hacer a los desaparecidos, es que de una vez por todas en este país exista la justicia social y sea un país en el que merezca vivirse, mis palabras por las de ellos”, concluyó la testigo.
La sobreviviente recordó que en su familia hay tres asesinados y cuatro desaparecidos por la dictadura ‒uno de ellos, su marido Leonardo Bettanin, quien fuera diputado justicialista‒.
En el inicio de su testimonio Bettanin manifestó su “identidad peronista”, recordó que si bien en ese momento ella “no estaba militando orgánicamente”, su compañero Leonardo y otros familiares sí estaban integrados a "la organización Montoneros”. Y luego: agregó: “Quiero acusar al ejército argentino de traición a la patria, y decir que fueron la escoba de los intereses extranjeros y el poder económico, que barrió con los resortes de la nación que podían desarrollar un país independiente y con justicia social. Fueron los barrenderos de la miseria argentina. Dan vergüenza frente a la historia del ejército del general San Martín”.
La testigo declaró que fue secuestrada el 2 de enero de 1977 en el barrio gráfico de Fisherton, junto a un grupo de parientes, amigos y niños. “En mi casa estaba mi marido, (Leonardo Bettanin), mis dos hijas Mariana y Carolina ‒de 3 y 1 año y medio respectivamente‒, mi suegra Elba, mi cuñada Cristina Bettanin y su marido Jaime Colmenares, Roque Julio Maggio y Clotilde Tozi con sus hijitas Paula y Bárbara. Yo estaba embarazada de cuatro meses”, relató. Esa jornada, un operativo de amplio despliegue rodea la casa y obliga a todos a salir.
La situación descripta por Bettanin fue impactante. Las mujeres cargaban con las niñas, los tiros sonaban uno tras otro. Las nenas creían que los estruendos eran los fuegos artificiales que sonaban esos días por las fiestas comentó la testigo. La muerte acechaba afuera. “No tiren, estamos con chicos”, contó que gritó en ese momento Bettanin. En medio de esa vorágine de terror, antes de ser capturada, Cristina, su cuñada, quien tenía un alto nivel de compromiso en Montoneros, decidió tomarse una pastilla de cianuro ‒la organización les proveía ese veneno para casos como esos‒. Tras la masacre, resultaron muertos Cristina Bettanin, Roque Maggio, Leonardo Bettanin, y Clotilde Rosa Tosi. Todos los demás fueron secuestrados por la patota.
Ya en el auto de sus captores, Bettanin recordó que realizó todo el trayecto con “Barbarita” levantada. “Yo la mostraba por la ventana, para que alguien la reconozca, porque sabía que Clotilde vivía en barrio gráfico por donde estábamos pasando”, indicó.
El testimonio de Bettanin continuó: “Nos llevan en un patrullero a todas juntas a la policía de menores, que era una casa de altos. Yo no sabía a quien entregar a Barbarita y a Pauli, di el domicilio y teléfono de mi mama”. La testigo contó que luego le sacan a las nenas, las meten en un patrullero, a ella y a su suegra, y las llevan al SI.
“Me entran con el patrullero en un patio ‒prosiguió el relato de la sobreviviente‒, recuerdo subir escalones, pasillo con gente tirada, habitación como con una barra, se me corrió la venda y veo un hombre gordo de lentes y morocho. Me llevan a un cuarto mas al fondo, vendada, ahí me interrogan. En Rosario yo no había militado orgánicamente, empecé a dar todos los nombres de los compañeros muertos en Buenos Aires y entonces una mujer (la “Polaca” Nilda Folch), grita : «esta mintiendo» y me pegan. Luego esa mujer se me acerca, toma mi mano y me dice que diga la verdad, «pensá en tus hijas», me dice. Después me empieza a interrogar el Pollo (José Baraballe) con golpes de puño en la panza y la cara. Le digo al guardia que tengo contracciones. Viene alguien al que le veo debajo de la venda, bordado “Dr. Gentile”, que dice «tiene 4 centímetros de dilatación».
Entre algunas de las detenidas que mencionó Bettanin que compartieron cautiverio con ella, nombró entre otras a Estaba Liliana Feuliet, Marisol Perez, Herminia Acevedo, Carmen Lucero, Olga Cabrerra Hansen, María de la Concepción Villar de Tapia, Alicia Tierra (quien permanece desaparecida).
“Un día abren la puerta y me tiran a mi suegra ‒indicó la testigo‒, la habían picaneado, golpeado, violado. Fue muy emocionante el encuentro con mi suegra. No sabíamos que había pasado con Jaime, hasta que alrededor del 5 de enero escuchamos la voz de mi cuñado que era venezolano que dice:«ya me tienen amarrado». Luego escuchamos que se lo llevan”. Bettanin comentó que el Pollo una vez le dijo que “no hable más del tema”, porque a Jaime “lo quemaron con ácido”. Jaime Colmenares, el cuñado de Bettanin está desaparecido.
La testigo recordó que luego las bajan al sótano. “Ahí puedo higienizarme, no teníamos venda y podíamos hablar, en el sótano estaba Marisol Perez que cumplía años justo el 13 de enero, el mismo día que mi papá”, señaló.
Bettanin recordó un episodio protagonizado por su suegra: “Un día pidió mi suegra a Folch un cigarrillo y ésta le dijo ahora te lo traigo, se fue y volvió con uno de los represores, Darío, que la cagó a patadas. «Esta es la vieja que me hinca las pelotas todo el tiempo pidiendo cigarrillos» dijo la Polaca”.
El día 15 de diciembre Bettanin comenzó a tener contracciones, la vio el doctor Silvestre Begnis y logró que autoricen su traslado a un hospital, en el que tuvo que parir a su hija esposada y sin ningú tipo de cuidados.
“Managua me sube al Renault amarillo en el que estaba Lofiego, me llevaron a la asistencia publica, y me internan en una habitación de alto riesgo ‒narró la testigo‒. La celadora me saca las esposas cuando ya estaba a punto. En mi parto estaban las celadoras, y estaba el personal de guardia. Tengo a mi nena, me esposan a la cama y a mi hija Cristina la dejan en una cunita adosada a la cama. Más tarde, me despierta un policía joven y me dice «esta en un charco de sangre», el muchacho me llevó a lavarme, me dejó dar vuelta el colchón e invertir la sabana, y me dijo «yo mañana renuncio, no entré a la policía para esto».” En ese instante del relato, la jueza Beatríz Cavallero, que seguía muy concentrada las palabras de María Inés, se llevó la mano a su rostro, en un claro gesto de consternación.
Bettanin contó que fue llevada con su beba de nuevo a la Alcaldía de la Jefatura de Policía. “Me bajan al sótano de la Alcaldía y una celadora, me dice que pase y cierra la puerta. Estaba con mi nena en brazos y veo a Olga Cabrera Hansen, Blanca Cuenca de Moyano, todas las compañeras, que empiezan a romper sábanas para hacer pañales, nos abrazan. Por primera vez me sentí cuidada y pude llorar”, contó emocionada. Después volvió a emocionarse cuando recordó el reencuentro con su suegra en la Alcaldía.
“Quiero decir que la vida en el Servicio de Informaciones era un infierno ‒expresó la testigo‒. La radio siempre a todo lo que da, gritos de compañeros torturados. Eran dueños de la vida y de la muerte de cada uno de nosotros, los compañeros mas torturados tenían que hacer sus necesidades en un tacho que se bajaba cada tres o cuatro días. Escuchábamos a familiares que venían a preguntar por compañeros y se los negaban”.
A continuación Bettanin repasó la lista de la gente de la brigada, que vio en el SI: “Cuando fui secuestrada estaba Guzmán Alfaro, el comandante del 2º cuerpo, Galtieri, el mono Sandoz, de los guardias, recuerdo a Caramelo, Carlos Ulpiano Altamirano; el cura que era el violador oficial del Servicio de Informaciones; Managua que creo que es Vallejos; Dario Formoselle; Archi, Kuriaki, el japonés, Sargento “Pelado” Vergara, Juan “el Correntino”, otro Juan, el picha Eduardo Dougur, Kung fu Carlos Martín Ramos y Ramón Telmo Alcides Ibarra, que le decían Rommel”.
Bettanin agregó que “había un infierno paralelo” y señaló en ese sentido a “los militantes que se habían pasado al campo del enemigo, con actitudes de hostigamiento, y el manifiesto deseo que eran nosotros o ellos”. En es punto la sobreviviente planteo: “Quiero decir una cosa. En el SI todos los secuestrados tuvimos el mismo grado de no libertad, lo que no tuvimos fue las mismas actitudes ética y morales, porque aun quienes dieron datos en la tortura luego se sumaron a las denuncias. Hay un límite en la vida, hay que hacerse cargo de lo que se elige, hubo compañeros que heroicamente en la picana no dieron ni los apodos”.
Bettaini confirmó los dichos de otras detenidas en torno al rol del Capellán de la Jefatura de policía Eugenio Zitelli, que justificaba la tortura. Y también coincidió con lo sistemático que fueron las violaciones a las detenidas.
Bettanin también remarcó como lo hicieron otras testigos, el terrible episodio vivido por las tres trabajadoras del frigorífico Swift, las hermanas Marciani, todas embarazadas.
La testigo hizo un alto para mencionar un hecho relacionado con Alicia Tierra. “Yo la vi con vida en el Servicio de Informaciones y hoy esta desaparecida”, dijo y recordó que “era la compañera de Alberto Tion, y un día se lo tiran al lado, estaba reventado por la tortura”. Bettanin describió que “el Cady”, apodo de Ricardo Chomicki, ante el pedido de Alberto para tomar agua, “le trae un sifón de soda y le da un ataque al corazón”. La testigo explicó que luego del paso de corriente eléctrica tomar líquido es mortal.
Tras su largo relato ‒del cual en este intento de crónica se hace una apretada síntesis‒, Bettanin realizó un alegato final. “Quiero decir que todo esto fue muy duro, pero más duro por la situación en quedó el país. Nosotros tuvimos el privilegio que tuvimos de elegir nuestro destino, mientras que amplias mayorías todavía hoy no pueden hacerlo. El único homenaje serio, profundo y verdadero que podemos hacer a los desaparecidos, es que de una vez por todas en este país exista la justicia social y sea un país en el que merezca vivirse, mis palabras por las de ellos”, concluyó la testigo.