Juicio Díaz Bessone: “La violación de detenidas fue una práctica sistemática”
Por Juane Basso. La abogada Olga Cabrera Hansen es una de las personas que más trabajó, desde el campo jurídico, por la reconstrucción de lo que ocurrió en el Servicio de Informaciones de la policía de Rosario durante la dictadura, ‒lugar en el que se montó el centro clandestino de detención más grande de la provincia de Santa Fe y en el que estuvo detenida‒. Este lunes brindó su testimonio en el proceso que se le sigue a seis acusados de integrar la patota que operó en aquel antro de extermino. “Algunas compañeras ‒afirmó la testigo‒ que eran católicas, que pedían asistencia espiritual, volvían espantadas de lo que les decía el cura (Eugenio Zitelli). Justificaba la tortura como algo para obtener información, pero la violación sí lo indignaba, decía que era inmoral”. Además declararon los también sobrevivientes del SI, Juan Carlos Ramos y Juan Carlos Bocanera.
Redactora del capítulo Rosario del Informe de la Conadep, en los inicios de la democracia, Cabrera describió a los jueces la mecánica del terror que funcionó en la esquina de San Lorenzo y Dorrego, donde se ubicaba el SI. “Había un plan bien orquestado, yo afortunadamente puedo contarlo, con el afán de justicia, sino sería sólo un relato escabroso”, expresó Olga ante los jueces del Tribunal Oral Federal N°2 de Rosario.
Cabrera Hansen comenzó su relato con un recuento de las penurias que vivió antes del 24 de marzo de 1976, entre las que incluyó las bombas que los represores pusieron en su estudio y domicilio. Luego recordó cómo fue secuestrada en su casa, donde los hombres de la patota de la dictadura dejaron abandonados a sus tres hijos.
Olga comentó que luego de ser interrogada por Feced y (José Rubén) Lofiego ‒uno de los acusados del juicio‒, fue llevada al sótano, a donde fue contenida por otras detenidas que se encontraban en el lugar. “Me limpian, me contienen, veo que estaban Ana María Ferrari, Graciela Villarreal, Roxana Colombo, Adriana Koatz, bastantes compañeras, cada una contaba su experiencia”, declaró Cabrera Hansen, quien subrayó que a “Ana Ferrari la llevaban todas las noches, la subían, la buscaba un Sargento, Vergara y la torturaban”. Cabrera se detuvo especialmente para remarcar que los represores estaban particularmente ensañados con Ferrari. “Cada día era más difícil, cada vez costaba más levantarle el ánimo”, afirmó. “Graciela Villarreal también fue terriblemente torturada”, agregó.
La testigo además vio a los detenidos Pérez Risso y Piccolo, muy lastimados. “Pérez Risso tenía un brazo roto, y Piccolo un agujero en la cabeza”, indicó.
Olga señaló que después del sótano fue trasladada a la Alcaldía de mujeres, dentro del mismo predio de la Jefatura de Policía donde estaba el SI, a donde vio otras tantas atrocidades.
La testigo contó que había tres hermanas que estaban embarazadas de apellido Marciani.
Cabrera declaró que “en marzo del '77, pedimos que atendieran a una de ellas, estaba mal, golpeábamos la puerta, conseguimos entrar a la guardia, donde el doctor Silvestre Begnis escribió cuatro veces en el libro «se recomienda su internación». Estaba tan mal que la internan”.
También recordó la sobreviviente que a la hija de Marciani, que tenía 18 años, a quien “se le veía el hueso porque la habían atado en las canillas”, la llaman luego de que se lleven a la madre y le dicen: “tu mamá se murió y el bebé también, ni se te ocurra llorar”.
Olga Cabrera destacó como “una práctica sistemática” del centro de detención que “muchas de las detenidas eran violadas”, y rememoró que “algunas compañeras que eran católicas, pedían asistencia espiritual, volvían espantadas de lo que les decía el cura. Justificaba la tortura como algo para obtener información, pero la violación si lo indignaba, decía que era inmoral”. El cura era el Capellán de la Jefatura de policía, Eugenio Zitelli. Entre los violadores, la testigo apuntó al fanático religioso Mario Marcotte, uno de los seis represores imputados en este juicio, a quien apodaban el “Cura” por andar siempre con un crucifijo colgado y citar pasajes bíblicos.
Tras la narración de su largo derrotero, que pasó por la cárcel de Devoto hasta la llegada de su libertad, Cabrera comentó cómo en el año '83 se puso en contacto con la abogada ya fallecida, Delia Rodriguez Araya ‒reconocida como la gran iniciadora de la causa Feced‒. “Con mucho dolor empezamos a reconstruir este mosaico, de este rompecabezas temible y macabro. Después vino la CONADEP. Tuvimos contratiempos como fue el robo a tribunales. Tuvimos esperanza con el Juicio a las Juntas. Luego vinieron los indultos”, repasó la sobreviviente.
La abogada y testigo le habló muy directo a los jueces al final de su declaración, y les dijo: “ Yo llevo más de 30 años esperando. Ese compromiso que asumí, creo que lo he cumplido. Ahora estoy esperando que ustedes resuelvan”.
Patologías inolvidables
A diferencia de gran parte de los testigos, que ya dieron varias veces su testimonio antes de la llegada de esta etapa de juicios contra el terrorismo de estado, Juan Carlos Bocanera explicó que no lo hizo antes porque no creyó “en las Magdalenas Ruiz Guiñazú, ni en los Strasera”. El testigo explicó que ahora “hay vientos de cambios en los DDHH, hay que hacer una posta en la memoria”.
Entre las importantes pruebas que aportó Bocanera con su relato, como es médico, recordó especialmente las patologías o lesiones que les dejaban las torturas a sus compañeros de cautiverio. Por su profesión, además pudo reconocer sin dudas al torturador Lofiego, quien también había estudiado en la facultad de Medicina.
Otro testimonio fuerte lo ofreció Juan Carlos Ramos, que tenía apenas 15 años cuando fue detenido junto a su padre. El caso de los Ramos ya había sido mencionado en el juicio nada menos que por uno de los imputados, Ricardo Chomicky. El acusado, que está en el banquillo junto a los represores, ingresó al centro clandestino de detención en calidad de detenido pero se encuentra apuntado como colaborador. Chomicky reconoció en su declaración que los Ramos fueron detenidos por que él los delató, según esgrimió, para evitar las torturas a su compañera también detenida en el SI, Nilda Folch (ver nota sobre la declaración de Chomicky).
En su testimonio, Juan Carlos Ramos, que relató los duros momentos sufridos con su padre en el SI, recordó el episodio de su secuestro y la delación del ex compañero.
“Chomicki aparece por mi casa sin saber la dirección ‒declaró Ramos‒, dice saberlo pero nadie se lo había dicho. Habla con nosotros y pide lugar para estar él y la polaca, Nilda Folch, por un tiempo hasta encontrar otro domicilio. Dijimos que si porque eran compañeros, también paraba en mi casa el Ricki Menegusi. Un día por la ventana, vemos autos que frenan de golpe, vemos personas armadas. Me detienen, me golpean y me preguntan por el Ricki, por lo que me di cuenta que Chomicki me había delatado. Salgo sin venda, me esposan a un auto, veo que Chomicki estaba con las manos atrás y tirado en la parte de atrás de un vehículo, no sabía si estaba herido. Nos detienen a mí y a mi padre. En mi casa estaban mi madre, mis dos sobrinas y mi hermana menor. Me tiran en la parte de atrás del auto y se me sientan dos uniformados con los pies encima. Cuando llegamos me bajaron sin venda, y pude observar que Chomicki bajó sin ataduras e indemne”.
“Baravalle ‒otro de los ex detenidos apuntados como colaboradores‒, tuvo la dignidad de suicidarse porque no podía con su conciencia, éste no, Chomicky no tiene conciencia de nada”, reflexionó el testigo.
Sobre la figura de Chimicky se abre una compleja discusión entre las querellas, puesto que algunas, como la que representan los abogados de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre y Familiares, consideran que debe ser acusado junto al general Ramón Díaz Bessone y los policías Lofiego, Vergara, Marcote y Scortechini ‒los otros imputados de este juicio‒; mientras que desde la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, la Fiscalía y la agrupación HIJOS, entienden que no.
Para los interesados en la discusión, ofrecemos los siguientes link, con diferentes argumentaciones en uno y otro sentido.
¡Qué les pasa muchachos! ¿Están haciendo un foro virtual sobre la tortura? (por Hugo Basso)
Redactora del capítulo Rosario del Informe de la Conadep, en los inicios de la democracia, Cabrera describió a los jueces la mecánica del terror que funcionó en la esquina de San Lorenzo y Dorrego, donde se ubicaba el SI. “Había un plan bien orquestado, yo afortunadamente puedo contarlo, con el afán de justicia, sino sería sólo un relato escabroso”, expresó Olga ante los jueces del Tribunal Oral Federal N°2 de Rosario.
Cabrera Hansen comenzó su relato con un recuento de las penurias que vivió antes del 24 de marzo de 1976, entre las que incluyó las bombas que los represores pusieron en su estudio y domicilio. Luego recordó cómo fue secuestrada en su casa, donde los hombres de la patota de la dictadura dejaron abandonados a sus tres hijos.
Olga comentó que luego de ser interrogada por Feced y (José Rubén) Lofiego ‒uno de los acusados del juicio‒, fue llevada al sótano, a donde fue contenida por otras detenidas que se encontraban en el lugar. “Me limpian, me contienen, veo que estaban Ana María Ferrari, Graciela Villarreal, Roxana Colombo, Adriana Koatz, bastantes compañeras, cada una contaba su experiencia”, declaró Cabrera Hansen, quien subrayó que a “Ana Ferrari la llevaban todas las noches, la subían, la buscaba un Sargento, Vergara y la torturaban”. Cabrera se detuvo especialmente para remarcar que los represores estaban particularmente ensañados con Ferrari. “Cada día era más difícil, cada vez costaba más levantarle el ánimo”, afirmó. “Graciela Villarreal también fue terriblemente torturada”, agregó.
La testigo además vio a los detenidos Pérez Risso y Piccolo, muy lastimados. “Pérez Risso tenía un brazo roto, y Piccolo un agujero en la cabeza”, indicó.
Olga señaló que después del sótano fue trasladada a la Alcaldía de mujeres, dentro del mismo predio de la Jefatura de Policía donde estaba el SI, a donde vio otras tantas atrocidades.
La testigo contó que había tres hermanas que estaban embarazadas de apellido Marciani.
Cabrera declaró que “en marzo del '77, pedimos que atendieran a una de ellas, estaba mal, golpeábamos la puerta, conseguimos entrar a la guardia, donde el doctor Silvestre Begnis escribió cuatro veces en el libro «se recomienda su internación». Estaba tan mal que la internan”.
También recordó la sobreviviente que a la hija de Marciani, que tenía 18 años, a quien “se le veía el hueso porque la habían atado en las canillas”, la llaman luego de que se lleven a la madre y le dicen: “tu mamá se murió y el bebé también, ni se te ocurra llorar”.
Olga Cabrera destacó como “una práctica sistemática” del centro de detención que “muchas de las detenidas eran violadas”, y rememoró que “algunas compañeras que eran católicas, pedían asistencia espiritual, volvían espantadas de lo que les decía el cura. Justificaba la tortura como algo para obtener información, pero la violación si lo indignaba, decía que era inmoral”. El cura era el Capellán de la Jefatura de policía, Eugenio Zitelli. Entre los violadores, la testigo apuntó al fanático religioso Mario Marcotte, uno de los seis represores imputados en este juicio, a quien apodaban el “Cura” por andar siempre con un crucifijo colgado y citar pasajes bíblicos.
Tras la narración de su largo derrotero, que pasó por la cárcel de Devoto hasta la llegada de su libertad, Cabrera comentó cómo en el año '83 se puso en contacto con la abogada ya fallecida, Delia Rodriguez Araya ‒reconocida como la gran iniciadora de la causa Feced‒. “Con mucho dolor empezamos a reconstruir este mosaico, de este rompecabezas temible y macabro. Después vino la CONADEP. Tuvimos contratiempos como fue el robo a tribunales. Tuvimos esperanza con el Juicio a las Juntas. Luego vinieron los indultos”, repasó la sobreviviente.
La abogada y testigo le habló muy directo a los jueces al final de su declaración, y les dijo: “ Yo llevo más de 30 años esperando. Ese compromiso que asumí, creo que lo he cumplido. Ahora estoy esperando que ustedes resuelvan”.
Patologías inolvidables
A diferencia de gran parte de los testigos, que ya dieron varias veces su testimonio antes de la llegada de esta etapa de juicios contra el terrorismo de estado, Juan Carlos Bocanera explicó que no lo hizo antes porque no creyó “en las Magdalenas Ruiz Guiñazú, ni en los Strasera”. El testigo explicó que ahora “hay vientos de cambios en los DDHH, hay que hacer una posta en la memoria”.
Entre las importantes pruebas que aportó Bocanera con su relato, como es médico, recordó especialmente las patologías o lesiones que les dejaban las torturas a sus compañeros de cautiverio. Por su profesión, además pudo reconocer sin dudas al torturador Lofiego, quien también había estudiado en la facultad de Medicina.
Otro testimonio fuerte lo ofreció Juan Carlos Ramos, que tenía apenas 15 años cuando fue detenido junto a su padre. El caso de los Ramos ya había sido mencionado en el juicio nada menos que por uno de los imputados, Ricardo Chomicky. El acusado, que está en el banquillo junto a los represores, ingresó al centro clandestino de detención en calidad de detenido pero se encuentra apuntado como colaborador. Chomicky reconoció en su declaración que los Ramos fueron detenidos por que él los delató, según esgrimió, para evitar las torturas a su compañera también detenida en el SI, Nilda Folch (ver nota sobre la declaración de Chomicky).
En su testimonio, Juan Carlos Ramos, que relató los duros momentos sufridos con su padre en el SI, recordó el episodio de su secuestro y la delación del ex compañero.
“Chomicki aparece por mi casa sin saber la dirección ‒declaró Ramos‒, dice saberlo pero nadie se lo había dicho. Habla con nosotros y pide lugar para estar él y la polaca, Nilda Folch, por un tiempo hasta encontrar otro domicilio. Dijimos que si porque eran compañeros, también paraba en mi casa el Ricki Menegusi. Un día por la ventana, vemos autos que frenan de golpe, vemos personas armadas. Me detienen, me golpean y me preguntan por el Ricki, por lo que me di cuenta que Chomicki me había delatado. Salgo sin venda, me esposan a un auto, veo que Chomicki estaba con las manos atrás y tirado en la parte de atrás de un vehículo, no sabía si estaba herido. Nos detienen a mí y a mi padre. En mi casa estaban mi madre, mis dos sobrinas y mi hermana menor. Me tiran en la parte de atrás del auto y se me sientan dos uniformados con los pies encima. Cuando llegamos me bajaron sin venda, y pude observar que Chomicki bajó sin ataduras e indemne”.
“Baravalle ‒otro de los ex detenidos apuntados como colaboradores‒, tuvo la dignidad de suicidarse porque no podía con su conciencia, éste no, Chomicky no tiene conciencia de nada”, reflexionó el testigo.
Sobre la figura de Chimicky se abre una compleja discusión entre las querellas, puesto que algunas, como la que representan los abogados de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre y Familiares, consideran que debe ser acusado junto al general Ramón Díaz Bessone y los policías Lofiego, Vergara, Marcote y Scortechini ‒los otros imputados de este juicio‒; mientras que desde la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, la Fiscalía y la agrupación HIJOS, entienden que no.
Para los interesados en la discusión, ofrecemos los siguientes link, con diferentes argumentaciones en uno y otro sentido.
¡Qué les pasa muchachos! ¿Están haciendo un foro virtual sobre la tortura? (por Hugo Basso)
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