Juicio Guerrieri-Amelong, día 20 (testimonio de Ramón Verón)
El último en declarar en la prolongada jornada de este lunes fue Ramón Verón, sobrevieiviente del centro clandestino de detención Fábrica Militar y militante del peronismo revolucionario, quien realizó uno de los relatos más precisos y detallistas de todo el proceso oral y público por crímenes de lesa humanidad, que se viene realizando en el Tribunal Oral Federal Nº1 de Rosario desde el 31 de agosto. “Nosotros somos la voz de los compañeros que ya no están”, expresó el testigo.
Verón, que fue detenido el 13 de mayo de 1978 y llevado al centro clandestino de detención y torturas que funcionó en la Fábrica Militar de Armas Domingo Mateu, compartió cautiverio en ese lugar con su esposa Hilda Cardozo –quien continúa desaparecida–. Su declaración estuvo desde el inicio marcada por el dolor de la pérdida de su compañera , y por el reconocimiento a las solidadaridad de sus compañeros de cautiverio.
Ramón contó que apenas llegados a la Fábrica, “en un momento dado la sacan a Hilda y la someten a tortura eléctrica y a mi me ponen esposado con Susana Miranda. Ella me comenta que la habían detenido, que era enfermera, que estaba con otros compañeros detenida. Luego aparece un Coronel y nuevamente Hilda es sacada y torturada para averiguar su verdadera identidad”. Verón señaló que hubo “un momento de dedicación hacia nosotros que preferíamos la muerte”.
El testigo relató un episodio que da cuenta del profundo cinismo con que los trataban los represores: “En otro momento nos hacen despedir con Hilda Cardozo, nos ofrecen el último deseo. Todo esto era en un clima de burla, de total sadismo. Estábamos vestidos a medias, casi desnudos en pleno frío. Sentí que era la despedida final y fue la última vez que yo toque a Hilda. Todos decían burlonamente “que se besen”, y en ese medio nos tocamos y despedimos. Luego nos separan y nos ponen en distintos lugares”.
Verón explicó al tribunal que “todos los días transcurrían así, con hostigamientos y torturas” hasta el 25 de mayo.
Ramón relató luego que “el Coronel éste, decide mi traslado a un lugar que yo no puedo precisar. Pero si sé perfectamente claro que había una coordinación constante entre un grupo y otro”.
El testigo realizó una descripción muy precisa sobre aquel episodio del traslado: “Me llevaban de un lado a otro, con un subir y bajar de escaleras. Fui llevado a un lugar con una mesa de chapa con dos pilares, una habitación de tres por tres azulejada de blanco y toda manchada de sangre. Esto lo puedo comprobar porque me levanto la venda. Luego me atan a la cama y me aplican la picana eléctrica. Me obligan a desvestirme y me preguntan por Verónica Freit y Sergio León Cach, a quienes yo no conocía”. Verón indicó que “parecía que el grupo era otro y no los mismos que me habían llevado. Los apodos eran otros, se referían a un Puma y a un Simón”.
Sobre ese lugar donde estuvo detenido, Ramón rememoró que “lo más humano que encontré en esas circunstancias fue que como en un momento éramos más de 10 que pedíamos ir al baño, nos hicieron formar trencito con las dos manos esposadas sobre las espaldas. Uno sentía que un compañero o compañera te apretaba la espalda y sentías el calor, y uno hacia lo mismo con el compañero de adelante”.
Ramón también refirió que espiando por una mirilla de la celda pudo “ver a otras celdas con camas de una plaza con las puertas entreabiertas, y ver a una embarazada rubia y a un señor” y agrego que lo “impresionó la cantidad de celdas que había en ese sitio”.
Verón señaló que “en ese centro de detención estuve esa tarde del 13 de mayo y la noche del otro día. Luego, los que vuelven a retirarme de ahí, que casi con seguridad son los que me habían llevado. Me dicen: “pibe zafaste y volvés al mismo lugar de antes”. Ramón indicó que ese viaje de regreso duró aproximadamente 4 o 5 horas, por lo que se deduce que estuvo en Buenos Aires.
De nuevo en Fábrica Militar, Verón se encontró con otros detenidos, entre los que nombró a Ariel Morandi -que actualmente está desaparecido-, Olga Moyano testigo y querellante de la causa, Susana Miranda, Adriana Arce y Juan Rivero.
Verón comentó al igual que Adriana Arce, que cuando se avecinó el mundial de fútbol “hubo cambios” en el comportamiento de los represores, que algunos se fueron y otros vinieron. “Empezaron a transcurrir los días de junio y seguíamos todos en las mismas ubicaciones -rememoró el sobreviviente-. No se en que instante de un partido del mundial acá en Rosario, trajeron una mujer que gritaba mucho cuando la torturaba y a un chiquito, la habían visto con actitud sospechosa de tirar panfletos dentro de la cancha. El chiquito llamaba constantemente por su mamá. Después no supimos mas nada de ellos”.
Verón registró nombres y apodos de varios de los represores que se encontraban en el centro de detención, entre ellos, el “Tucu” (Eduardo Costanzo), Carlitos (Carlos Isach), Sergio 1, Sergio 2 (Walter Pagano), Sebastián (Jorge Fariña).
El testigo indicó que tanto Hilda, como Ariel y Susana fueron trasladados primero y que luego de un buen tiempo fue llevado al igual que Rivero, Arce y Moyano al Batallón 121 de Rosario. Donde pensó que “podría llegar a ver a Hilda nuevamente”. En ese lugar vio a otros dos detenidos: “Juan Garay y Norma Orrego”.
Verón describió la cadena de traslados a la que fue sometido. Además de haber estado en Fábrica Militar y el Batallón, el sobreviviente fue llevado a la cárcel de Coronda primero, la Caseros después y finalmente a al penal de Rawson. “De ahí hubo viajes intermedios y traslados individuales y masivos” hasta el que 3 de diciembre de 1983 recuperó su libertad.
Ramón concluyó su testimonio reivindicando la lucha de la generación de los sesenta y setenta, reconoció el valor superlativo de las mujeres en esas circunstancias, la importancia de los juicios y señaló el compromiso que siente al “representar las voz de los compañeros que ya no están”.
Testimonio interrumpido
Por su parte el actual concejal, querellante y sobreviviente de la Fábrica Militar, Juan Rivero, había comenzado su declaración antes que Verón, pero debió interrumpirla al sufrir un ataque de presión. Su testimonio se volverá a realizar en una nueva audiencia a confirmar.
Verón, que fue detenido el 13 de mayo de 1978 y llevado al centro clandestino de detención y torturas que funcionó en la Fábrica Militar de Armas Domingo Mateu, compartió cautiverio en ese lugar con su esposa Hilda Cardozo –quien continúa desaparecida–. Su declaración estuvo desde el inicio marcada por el dolor de la pérdida de su compañera , y por el reconocimiento a las solidadaridad de sus compañeros de cautiverio.
Ramón contó que apenas llegados a la Fábrica, “en un momento dado la sacan a Hilda y la someten a tortura eléctrica y a mi me ponen esposado con Susana Miranda. Ella me comenta que la habían detenido, que era enfermera, que estaba con otros compañeros detenida. Luego aparece un Coronel y nuevamente Hilda es sacada y torturada para averiguar su verdadera identidad”. Verón señaló que hubo “un momento de dedicación hacia nosotros que preferíamos la muerte”.
El testigo relató un episodio que da cuenta del profundo cinismo con que los trataban los represores: “En otro momento nos hacen despedir con Hilda Cardozo, nos ofrecen el último deseo. Todo esto era en un clima de burla, de total sadismo. Estábamos vestidos a medias, casi desnudos en pleno frío. Sentí que era la despedida final y fue la última vez que yo toque a Hilda. Todos decían burlonamente “que se besen”, y en ese medio nos tocamos y despedimos. Luego nos separan y nos ponen en distintos lugares”.
Verón explicó al tribunal que “todos los días transcurrían así, con hostigamientos y torturas” hasta el 25 de mayo.
Ramón relató luego que “el Coronel éste, decide mi traslado a un lugar que yo no puedo precisar. Pero si sé perfectamente claro que había una coordinación constante entre un grupo y otro”.
El testigo realizó una descripción muy precisa sobre aquel episodio del traslado: “Me llevaban de un lado a otro, con un subir y bajar de escaleras. Fui llevado a un lugar con una mesa de chapa con dos pilares, una habitación de tres por tres azulejada de blanco y toda manchada de sangre. Esto lo puedo comprobar porque me levanto la venda. Luego me atan a la cama y me aplican la picana eléctrica. Me obligan a desvestirme y me preguntan por Verónica Freit y Sergio León Cach, a quienes yo no conocía”. Verón indicó que “parecía que el grupo era otro y no los mismos que me habían llevado. Los apodos eran otros, se referían a un Puma y a un Simón”.
Sobre ese lugar donde estuvo detenido, Ramón rememoró que “lo más humano que encontré en esas circunstancias fue que como en un momento éramos más de 10 que pedíamos ir al baño, nos hicieron formar trencito con las dos manos esposadas sobre las espaldas. Uno sentía que un compañero o compañera te apretaba la espalda y sentías el calor, y uno hacia lo mismo con el compañero de adelante”.
Ramón también refirió que espiando por una mirilla de la celda pudo “ver a otras celdas con camas de una plaza con las puertas entreabiertas, y ver a una embarazada rubia y a un señor” y agrego que lo “impresionó la cantidad de celdas que había en ese sitio”.
Verón señaló que “en ese centro de detención estuve esa tarde del 13 de mayo y la noche del otro día. Luego, los que vuelven a retirarme de ahí, que casi con seguridad son los que me habían llevado. Me dicen: “pibe zafaste y volvés al mismo lugar de antes”. Ramón indicó que ese viaje de regreso duró aproximadamente 4 o 5 horas, por lo que se deduce que estuvo en Buenos Aires.
De nuevo en Fábrica Militar, Verón se encontró con otros detenidos, entre los que nombró a Ariel Morandi -que actualmente está desaparecido-, Olga Moyano testigo y querellante de la causa, Susana Miranda, Adriana Arce y Juan Rivero.
Verón comentó al igual que Adriana Arce, que cuando se avecinó el mundial de fútbol “hubo cambios” en el comportamiento de los represores, que algunos se fueron y otros vinieron. “Empezaron a transcurrir los días de junio y seguíamos todos en las mismas ubicaciones -rememoró el sobreviviente-. No se en que instante de un partido del mundial acá en Rosario, trajeron una mujer que gritaba mucho cuando la torturaba y a un chiquito, la habían visto con actitud sospechosa de tirar panfletos dentro de la cancha. El chiquito llamaba constantemente por su mamá. Después no supimos mas nada de ellos”.
Verón registró nombres y apodos de varios de los represores que se encontraban en el centro de detención, entre ellos, el “Tucu” (Eduardo Costanzo), Carlitos (Carlos Isach), Sergio 1, Sergio 2 (Walter Pagano), Sebastián (Jorge Fariña).
El testigo indicó que tanto Hilda, como Ariel y Susana fueron trasladados primero y que luego de un buen tiempo fue llevado al igual que Rivero, Arce y Moyano al Batallón 121 de Rosario. Donde pensó que “podría llegar a ver a Hilda nuevamente”. En ese lugar vio a otros dos detenidos: “Juan Garay y Norma Orrego”.
Verón describió la cadena de traslados a la que fue sometido. Además de haber estado en Fábrica Militar y el Batallón, el sobreviviente fue llevado a la cárcel de Coronda primero, la Caseros después y finalmente a al penal de Rawson. “De ahí hubo viajes intermedios y traslados individuales y masivos” hasta el que 3 de diciembre de 1983 recuperó su libertad.
Ramón concluyó su testimonio reivindicando la lucha de la generación de los sesenta y setenta, reconoció el valor superlativo de las mujeres en esas circunstancias, la importancia de los juicios y señaló el compromiso que siente al “representar las voz de los compañeros que ya no están”.
Testimonio interrumpido
Por su parte el actual concejal, querellante y sobreviviente de la Fábrica Militar, Juan Rivero, había comenzado su declaración antes que Verón, pero debió interrumpirla al sufrir un ataque de presión. Su testimonio se volverá a realizar en una nueva audiencia a confirmar.