FERNANDO DANTE DUSSEX, por Cecilia Nazábal (compañera –y madre de su hijo–)

Fernando (el Alemán) a quien familiarmente apodaban Kiki, nació en Santa Fe el 27 de mayo de 1953. Vivió en la misma casa (Necochea al 4300) desde que nació, hasta mediados de 1975 cuando fue necesario que se mudara. En realidad eran dos casas vecinas, la de su padre y la de su abuelo materno, que se conectaban por el patio. Su familia estaba compuesta por sus padres (Hilde Nélida Venturini y Fernando Dussex), sus hermanos (Ana María y Daniel) y la “familia ampliada”: sus abuelos maternos Cándida y Dante Venturini, la tía Leli Venturini y Betty (que ayudaba a Leli en su actividad de modista).
Su papá había nacido en Florencia, al norte de la provincia y muy joven se vino a Santa Fe y trabajó en Terrabusi. De apariencia dura, no era fácil comunicarse con él, pero con actos demostraba el afecto y la preocupación que sentía por los suyos. Su mamá Hilde, tenía una inmensa ternura, en general era la intermediaria en la comunicación entre su esposo y sus hijos. Generaba un espacio acogedor en su casa y cocinaba “como los dioses”, la mesa era un lugar de encuentro. Los nonitos y Leli eran imprescindibles en este entramado familiar.

Para Fernando, el nono Dante, ferroviario y peronista, era un referente. Hablaba
mucho con él, escuchaba sus historias, y compartía proyectos y preocupaciones.
Cursó la Escuela Primaria y la Secundaria en el Jobson.
Siempre recordaba con entusiasmo la etapa de la adolescencia: campamentos (su hijo guarda su mochila grande de lona verde con el armazón de hierro), y un grupo de danzas alemanas con el que se reunía en el club Alemán.
Después comienza a trabajar con un grupo Cristiano, en un barrio. Esto lo pone en contacto con una realidad que ya le preocupaba. Su familia era trabajadora y conocía de esfuerzos, pero éstos “pobres de toda pobreza” vivían en condiciones dolorosas, se alimentaban mal, con educación pública y todo, no siempre accedían a ella y tenían muchas dificultades para cuidar su salud o atender la enfermedad. Esto hizo que decidiera comprometerse para cambiar esta realidad injusta.
Cuando termina la Secundaria, ingresa a estudiar Edafología en la Universidad Católica. Allí milita en la Juventud Universitaria Peronista.
A mediados de 1975 pasa a ser responsable de la JUP de la Facultad de Ingeniería Química. Deja su casa y viene a la casa donde vivíamos varios compañeros. Ahí en realidad yo lo conozco, porque hasta ese momento sólo sabía que era “el Fernando de Católica”, para mí tenía la apariencia de alguien distante, que hablaba menos de lo necesario, exigente consigo mismo y con los demás, muy crítico. Cuando establecía un vínculo más cercano, este “cascarón” iba desapareciendo, y entonces sí, el Alemán se soltaba más, se mostraba afectuoso, preocupado por los demás, dispuesto a escuchar y a compartir sus estados de ánimo y proyectos.
Leía mucho, varios autores, y producía material para discutir en la casa y en los distintos grupos. Permanentemente pensaba propuestas para cambiar la realidad, decía que quería otro país para sus hijos (tuvo uno). Muchas veces recordábamos las pintadas del “Luche y Vuelve”; el 20 de junio en Ezeiza: la esperanza de verlo al “Viejo” compartida con una enorme multitud y el gran dolor de la vuelta; y el 1º de mayo de 1974 cuando nos fuimos de la Plaza…….Lejos estábamos de la “primavera” (antes del 11 de marzo de 1973) cuando marchábamos por Bvard. Pellegrini con Cámpora y Solano Lima
Mirando juntos en una misma dirección, pronto nos enamoramos y nos casamos el 10 de abril de 1976 en la Parroquia Santa Teresita del Niño Jesús (Martín Zapata 2829) donde el Párroco era el Padre Zanello. Ya había sido el golpe militar y no era tiempo para encontrarnos y festejar con los compañeros entrañables…sólo algunos a lo lejos y la familia. Nos fuimos a vivir a Alvear al 4700 y tuvimos que dejar rápidamente la casa el 9 de julio. Después nos alojaron varios compañeros: los correntinos Titico y Cambá, y un tiempo Marta y Trito. Finalmente el 22 de agosto de 1976 nos vinimos a Rosario en tren.
Una vez en Rosario, Fernando estuvo en Producción de la Secretaría de Prensa de Montoneros.
Al principio vivíamos en un hotel, y luego en pensiones de las que nos mudábamos cuando alguien que las conocía caía. Trabajó poco tiempo en un negocio que vendía repuestos de autos y autos usados.
Yo estaba embarazada, esperábamos nuestro primer hijo.
El 1º de mayo nos mudamos a una casa en Pasco al 7300, un barrio en la zona oeste de Rosario, muy pobre. Teníamos muy buena relación con los vecinos, participábamos de reuniones donde nos organizábamos para realizar actividades que mejoraran la calidad de vida: desmalezamientos, zanjeos, extensión de caños de agua para aumentar el número de canillas públicas, construcción de refugios para que esperaran los que iban a trabajar a los talleres ferroviarios de Pérez. Pero este entusiasmo que compartíamos con la gente se transformaba cuando cotidianamente los vecinos nos comentaban: “destruyeron una casa a dos cuadras y se llevaron a la pareja que vivía ahí”, “demoré en llegar porque pararon el colectivo, nos bajaron y nos hicieron poner los brazos arriba apoyados en el “bondi” y se llevaron a una chica”, “no vayas a la Avenida a tomar el colectivo porque hay una pinza y están parando a todo el mundo” “¡sabés qué loco! los milicos me pidieron el documento y me preguntaron ¿Ud. de qué signo es?”, por ser pobres ya eran sospechosos. Los diarios mostraban esta realidad que era cada día más desesperante: el campo popular retrocedía a pasos agigantados.
Con terror cubrías una cita o asistías a una reunión. Ya a esa altura cada cita era una caída, y la pérdida de un compañero. Se sabía que desde hacía tiempo los compañeros no iban a las cárceles….desaparecían, ¿dónde estaban? ¿los habían matado?....hasta ahí todas incógnitas y una gran angustia. Después fuimos sabiendo detalles del horror.
El 21 de junio de 1977 nació nuestro hijo Fernando Dante (él quería que llevara su nombre). Me acompañó en el parto y lloró de alegría al verlo. Era tan tierno y dulce con
él, y siempre decía “es igual a mí, tiene la misma nariz” y es verdad que nuestro hijo se le parece.
El 8 de agosto de 1977, me acompañan con Liliana Nahs de Bruzzone a llevar al bebé hasta el consultorio del pediatra. Después se van juntos a una cita a las 19 Hs. No volvieron.
Por una enfermera supe que estuvo un tiempo en la Asistencia Pública de Rosario y por las declaraciones de Jaime Dri, sé que desde el 27 de diciembre de 1977 y hasta marzo de 1978 él lo ve en los CCD “Quinta de Funes”, “Escuela Magnasco” (Ovidio Lagos y Zeballos - Rosario) y “La Intermedia” (una quinta que está al lado de la autopista Santa Fe -Rosario a la altura de La Rivera, frente a la estación de servicio que está en la autopista).
La pérdida de tantos compañeros y el esfuerzo de tantos otros no puede ser en vano y alguna vez tendremos la Patria Justa, Libre y Soberana por la que luchamos y con la que soñamos.

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