Juicio Guerrieri II: Comenzaron las testimoniales
Tres hijos de militantes desaparecidos durante la última dictadura en el centro clandestino Quinta de Funes, Sabrina Gullino, Pablo del Rosso y Fernando Dussex, declararon este viernes 23 de agosto ante el Tribunal Oral Federal 1 (TOF1) de Rosario en el juicio oral por delitos de lesa humanidad de la causa conocida como ‘Guerrieri II’, en la que hay 12 imputados y 27 víctimas.
Sabrina Gullino, hija de los militantes montoneros Tulio Tucho Valenzuela y Raquel Negro, dijo en relación a los acusados que “estos tipos que están acá son los responsables de que mi hermano no esté hoy”. “Mi hermano es un desaparecido con vida, yo no lo puedo llamar por teléfono, no puedo estar con él cuando quiero”, añadió la joven en relación a su hermano mellizo, nacido el 4 de marzo de 1978 junto a ella en el Hospital Militar de Paraná, durante el cautiverio de su madre.
El caso se analizó el año pasado durante un juicio oral en la capital entrerriana, en el que se ventiló que Sabrina Gullino fue entregada en adopción, mientras que se desconoce la suerte de su hermano mellizo.
Gullino recuperó su identidad en diciembre de 2008 y pudo reencontrarse con su medio hermano Sebastián Álvarez, hijo de una anterior pareja de Raquel Negro.
Ante el comentario de uno de los abogados querellantes en relación a que el acusado Pascual Guerrieri, ex jefe del Batallón de Inteligencia 121 de Rosario, es un anciano que quiere estar con sus nietos, Gullino miró a las cámaras que transmiten el juicio y se dirigió al militar retirado, que no participa de las audiencias en la sala.
“¿Donde tengo que mirar? ¿Ahí miro? ¿Por qué no dice donde está? ¿Por que no puede decir algo de mi hermano?”, requirió la testigo, que además milita en la agrupación HIJOS Rosario.
“Pero como sé que ustedes tienen valores diferentes y un pacto de silencio, a lo mejor le puede interesar la recompensa que sacó el Ministerio de Justicia (por datos sobre niños robados durante la dictadura)”, dijo.
Y abundó en relación a Guerrieri: “Por supuesto que no lo pueden decir los milicos, pero lo puede hacer otra persona para que sus ocho nietos puedan tener un mejor pasar”.
Luego declaró Pablo Del Roso, hijo de los militantes cristianos Stella Hillbrand y Domingo Del Roso.
“Primero fallece mi viejo, asesinado el 10 de febrero de 1977, por el recorte de diarios que tengo en un supuesto enfrentamiento”, dijo, y luego aclaró que cuando su abuelo recibió el cuerpo –por el que tuvo que pagarle a una persona que lo contactó por teléfono– tenía “38 impactos de bala y había sido acribillado”.
En el juicio se ventila el secuestro y desaparición de su madre, capturada presumiblemente por “la patota” del Batallón de Inteligencia 121 de Rosario, cuyos integrantes son los acusados en el proceso.
El joven explicó que a pesar de que tenía 3 años y medio cuando la secuestraron a su madre, aún recuerda el hecho.
“El 5 de agosto (de 1977), cuando la secuestran a mi mamá, es un recuerdo que a pesar de haber pasado 36 años me ha quedado grabado, es el único recuerdo que tengo de mi vieja”, dijo.
Explicó que estaba esperando a su madre en un auto mientras hacía compras y “cuando sale por segunda vez, es interceptada por un auto, se bajan 4 o 5 hombres de civil, para mí era un Torino rojo”.
“La meten a mi vieja en este auto yo no lo veo más”, añadió, y contó que “uno de esos hombres se sube al auto mío, cuando se sube yo le digo que no me mate, y me dice que no me preocupe que (el arma) está descargada, y se pone a conducir. Es la última imagen de ese momento”.
Por último declaró Fernando Dusex, hijo del militante montonero desaparecido de igual nombre, secuestrado en los centros clandestinos Quinta de Funes, Escuela Magnasco y La Intermedia.
“Desde que tengo conciencia mi madre siempre me explicó la situación de mi padre, siempre intentó explicarme qué era un desaparecido”, dijo el joven sobre Cecilia Nazábal, militante de organismos de derechos humanos fallecida el noviembre de 2011, quien investigó durante toda su vida el accionar del terrorismo de Estado en la región.
Tras brindar detalles sobre la investigación realizada por su madre sobre el paradero de su padre desaparecido, de la que él comenzó a participar cuando fue más grande, el joven contó una anécdota familiar para ilustrar la esperanza de reencontrarlo.
“Todas las navidades hasta el año 2000, había una silla en la mesa para mi padre”, dijo a los jueces.
Por último, dijo que espera “algún mínimo de decencia de los imputados, un gesto de decencia que permita saber realmente qué pasó, nada más que eso”.
“Un desaparecido con vida”
Sabrina contó a los jueces en su testimonio del viernes 23 de agosto cómo tomó conocimiento en 2008 de su otra historia, cuando el tribunal de Paraná la citó por su identidad. “Me cuentan que a mi mama Raquel la habían llevado a Paraná para dar a luz y que yo había nacido en cautiverio”, explicó la testigo y querellante al tribunal. “Me llamaron porque habían podido reconstruir una parte de mi historia y que podría ser hija biológica de Valenzuela y Negro. En ese momento me dicen que puedo pertenecer a esa familia”, agregó la testigo.
Sabrina fue criada por su familia adoptiva, los Gullino. La hija de desaparecidos contó en su declaración que sus padres adoptivos la acompañaron en todo momento. “Fue un momento de mucho shock cuando me enteré que mi familia biológica me estaba buscando, saber que mi hermano Sebastián también me buscaba. En diciembre de 2008 me informan y me pongo en contacto con mi familia biológica”, recordó.
La testigo confesó que le impacto mucho saber que entre las dos familias la buscaban y se carteaban para saber de ella, y describió lo que significó el día que le informaron que su ADN daba un 99,99 por ciento de certeza de que pertenecía a ese grupo familiar.
“A partir de allí comienzo un proceso de construcción de mi identidad –declaró Sabrina–. Conozco a mi familia de Santa Fe, de San Juan. También por el laburo de las abuelas, que te dan un archivo de tu historia, que consta de entrevistas con la familia, compañeros de militancia, amigos de mis papás. Ahí veo la entrevista a mi abuela donde cuenta muchas cosas de mi mamá”.
Luego comentó: “Raquel estudió Trabajo Social, laburó en varios barrios de Santa Fe, entre ellos Santa Rosa de Lima. Se casó con su primer marido Álvarez y tuvo a mi hermano Seba. Mis viejos se conocen en Buenos Aires, los dos militaban en Montoneros. Están un tiempo afuera del país, en Brasil, y luego ingresan a Argentina, el 2 de enero del 78 caen en Mar del Plata”.
Sabrina declaró que tras ser secuestrados su padre, madre y hermano, “son trasladados a la Quinta de Funes” y añadió más adelante en que “Jaime Dri, que fué el único sobreviviente de ese centro clandestino me cuenta todo.
“Dri me cuenta que a mi mamá le daban atención médica en Paraná, y que quince días antes del parto la llevan a Paraná”, señaló la testigo y agregó: “también me contó que escuchó a un milico decir «encima el hijo de puta del Tucho tuvo mellizos»”.
Sabrina explicó que entre lo que le relató Dri y el juicio por su apropiación y la de su hermano fue reconstruyendo otros tramos de su historia.
La testigo detuvo su relato especialmente en ese tramo de la historia: “Cuando mi mamá llega a Paraná, la atiende Natalia Krum, que era enfermera, quien es una gran protagonista en la reconstrucción de la historia. Los mellizos nacimos el 4 de marzo del 78’. A la bebé le ponen Soledad y al nene Facundo. Como el hospital militar no estaba preparado con neo y mi hermano no estaba muy bien de salud, nos trasladan al IPP de Paraná. Los médicos que dirigen la clínica al otro día tienen una discución, de que esos bebés no pueden estar ahí. Después se supo que hay un sumario donde consta el registro de ingresos y salida. Los 4 dueños del IPP dicen que no saben nada y siguen viviendo en el mismo lugar ocupando un lugar importante en la sociedad de Paraná”.
Luego la querellante continuó: “El 27 de marzo del 78 fuimos de alta los dos. Costanzo en el 2006 a Del Frade le dice que a la bebé de Negro la dejaron Amelong y Pagano, en el hogar de huérfanos de Rosario. Los abogados de abuelas averiguan y dan con la información. Así es como dan conmigo. Pero del Melli se pierde el rastro”.
Sabrina destacó que “lo que esta bueno para recalcar en estos espacios de justicia y reconstrucción de la verdad, es que en el juicio de Paraná se fueron dando cuenta de que el Melli no estaba muerto como dicen lo militares, sino que está vivo y que el melli fue dado de alta”.
Sabrina planteó que en estos 4 años se encontró con “las banderas de HIJOS y Abuelas”, y también remarcó que cada día de su vida “busca parecidos”, y que se pregunta “¿a quién sera parecido mi hermano”. “Estos tipos que están acá son los responsables de que mi hermano no este hoy. Mi hermano es un desaparecido con vida, yo no lo puedo llamar por telefono, no puedo estar con él cuando quiero. Todos somos responsables de encontrar a todos los chicos que faltan encontrar”, concluyó.
Quinta de Funes
“Ni bien se da el secuestro de mi padre, mi madre empieza a recabar datos”, rememoró Fernado Dusex en su declaración”. “A partir del año 85 yo tomo cierta conciencia de cómo va esa investigación que ella hacía junto con su hermana”, añadió.
“En medio de las averiguaciones que va llevando mi madre, más datos surgidos del libro de Bonasso (Recuerdo de la Muerte), y una serie de cartas se suma una situación medio azarosa por la cual se encuentra la Quinta de Funes”, relató Fernando, y contó la anécdota.
“Mi tía estaba en un cumpleaños –declaró–, justo enfrente de la Quinta de Funes, estaban hablando con la mamá del chico sobre el estado de la casa y esta mujer le dice que ahí hubo personas detenidas y le da el apellido del propietario, creo que Sancho. A través de ese nombre, llegan a la persona que era propietaria, una mujer que se lo alquiló al Ejército. Finalmente se ubicó ese lugar, atando cabos, mi madre siempre fue muy buena para eso, para relacionar cosas.
En el libro de Bonasso aparecían los lugares donde habían estado. Ellas infirieron que era la quinta de Funes”.
Los recuerdos de Pablo
“Después de que se llevan a mi vieja a mi me llevan a la seccional de mujeres o de niños en la calle Cafferata y de ahí tengo dos imágenes”, contó Pablo del Roso en su testimonio, y describió imśgenes que recuerda desde esos días: “Dos mujeres lavando pañales, que en su momento eran de tela, en dos piletones de cemento, una me recriminaba que yo había ensuciado el pañal y que ella se hizo cargo de la situación”.
Del Roso contó que luego fue recuperado por sus abuelos, que lo habían estado buscando desde que se enteran del secuestro de su madre. “Yo estaba en un patio de cemento jugando con autitos y al verlo a mi abuelo corro a abrazarlo”, rememoró.
A pesar de su dura historia, Pablo consideró que ha “sido muy afortunado”. “Uno sabe lo que le pasó a los otros hijos. Por suerte yo fui restituido después de 40 o 45 días”, consideró.