Juicio Díaz Bessone: “Perdíamos la noción del tiempo”
Las declaraciones de los ex detenidos de la dictadura, Jorge Rueda y Juan Luis Girolami realizadas este martes, confirmaron los dichos de Marta Bertolino y complicaron más a los represores que están siendo juzgados en Rosario.
Rueda dio una descripción pormenorizada del momento en que el grupo que integraba fue secuestrado por el Ejército, de las torturas padecidas durante su cautiverio, de la euforia cruel con que sus captores festejaban el logro de su cacería, entre otros horrores que ponen en evidencia la participación de los acusados en el plan sistemático de represión y exterminio que llevó a cabo la última dictadura militar.
Jorge Rueda recordó que fue secuestrado por el ejercito las primeras horas del día el 10 de agosto de 1976 mientras estaba en la casa de su novia, María Marcela Girolami, junto con su madre Delfina, su hermano Juan Luis Girolami, el hijo de María, Marta Bertolino y Oscar Manzur, en el piso 2º del domicilio de España 344.
“Habíamos terminado de comer hacía un rato, nos habíamos quedado de sobremesa con Juan Luis Girolami, Oscar Manzur y yo –rememoró Rueda–, estábamos terminando la sobremesa, Manzur tocaba la guitarra. Con Juan Luís era amigo desde la infancia y a Oscar Manzur lo conocía desde hacia un año y medio atrás, y lo conocí porque era compañero de la lista naranja de Sanidad, que se presentaba a elecciones. Era empleado del sanatorio Británico. Con Juan Luís nos criamos juntos en el mismo edificio y siempre fuimos amigos. Yo tenia en ese momento 19 años”.
Rueda describía así la escena previa al momento en que todo el grupo fue secuestrado cuando se disponía a bajar del edificio para ir a tomarse el colectivo rumbo a su casa. “Bajo y estaba el ejército en la puerta del edificio –continuó–. Me hacen abrir, me preguntan de donde vengo, digo que de lo de mi novia. Van arriba al departamento, yo quede abajo apuntado”.
“Había muchos soldados, uno o dos camiones del ejército, una camioneta Ford F100 con una ametralladora. Sube quien se identificó como del Ejército Argentino y golpea la puerta; yo escucho desde abajo. En ese momento desde la parte de atrás del edificio, en las cocheras, se escucha que habían saltado unas personas; evidentemente Marta Bertolino y Oscar Manzur”.
“Se escuchan gritos y hacen entrar la camioneta artillada de trompa a la cochera y empiezan a disparar. Tiran tiros no se con que motivo, porque no había razón para que lo hagan. Cesan los tiros y esta pareja viene, como habían saltado, los veo ingresar por una puertita que daba a la cochera y conectaba con el palier del edificio. A Oscar lo veo rengueando y en calzoncillos, Marta no estaba bien de la caída, estaba embarazada de 6 u 8 meses”.
El relato de Rueda a los jueces del tribunal, prosiguió: “Nos hacen subir al departamento, creo que nos hacen poner contra la pared; a Juan Luís lo veo, no recuerdo a la madre ni de mi novia, no las tengo presentes en ese acto. Luego vienen unas personas de civil al departamento en forma bastante rápida. Posteriormente nos bajan del edificio y a Juan Luís, a Oscar Manzur y a mi nos suben en un camión del ejército, boca abajo y nos trasladan a un lugar que me doy cuenta que era la jefatura de policía”.
A partir de entonces empezó la parte más dura del testimonio de Rueda. “Ni bien llegamos nos vendan los ojos, nos atan las manos atrás, en mi caso con un cable plástico. Nos preguntan los nombres y cuando llega Oscar Manzur se nota un grado de euforia muy elevado en el personal de esa dependencia, como si hubieran hecho un hallazgo invalorable, pero a su vez se notaba que había una crueldad en la forma de festejar que tenían”.
“Acto seguido empiezo a escuchar las torturas a Manzur, que lo habían llevado a otra habitación, eran gritos desgarradores. Lo que yo escuche que le hacían a Manzur no era igual que con el resto. Estaba en una habitación contigua, era algo tremendo. Después escuchaba que la torturaban a Marta. Yo percibía la presencia de Juan Luís al lado mío y después dejé de percibirla. Es como que nosotros estábamos en un corredor y Marta y Oscar en una sala contigua”.
El testigo indicó que a Oscar lo escuchó “durante horas así, tanto a él como a Marta, hasta que después a Manzur no lo escuché nunca más”. Luego Rueda agregó: “ni se si habrá muerto ahí o se lo habrán llevado, pero no se, me da la impresión que por los gritos que daba, puede haber muerto ahí mismo”.
El sobreviviente rememoró además que “a todo esto iban llegando y se escuchaban voces de otros torturados, muchos movimientos de personas”. Y señaló: “también quiero decir que empecé a perder la noción del tiempo, estaba en una sala que no había iluminación natural, estaba vendado, atado, con manos atrás del cuerpo y no se la cantidad de horas o de días, porque no nos dejaban dormir. Eso implicaba la perdida de tiempo espacio, esos eran los métodos franceses de tortura y ahí lo aplicaban a rajatabla”.
El testigo registró, mientras lo torturaban, los sobrenombres de "el mudo y el ciego”. Rueda contó que “al ciego lo escuchaba porque era más o menos el que manejaba los interrogatorios, era una voz más bien grave y todo lo que manifestaba era de forma imperativa. No se cuanto tiempo fui torturado, con submarino, picana, golpes. También lo escuchaba a Juan Luís Girolami siendo torturado, nos torturaban un rato a cada uno”.
El sobreviviente completó su largo testimonio recordando además a buena parte de los otros detenidos que se encontró en los otros espacios del Servicio de Informaciones, como la Favela e hizo un repaso por las distintas cárceles de la dictadura por las que fue paseado, como la “Redonda”, “Coronda” y “Caseros”.
Luego fue el turno de el otro testigo, Juan Luís Girolami ,quien también estuvo en ese edificio de calle España, donde él vivía.
“Yo quiero aclarar que era militante de la Juventud Trabajadora Peronista”, aclaró Girolami, y recordó que esa noche cunado los secuestraron, “uno de los miembros del ejercito dice «mira parece que agarramos unos montoneros». Uno del ejercito se comunica con alguien y dice «tenemos un grupo de personas dentro de los cuales están Oscar Manzur y a Marta Bertolino, estamos situados en tal lugar»".
El testigo reforzó las declaraciones de su amigo, Ernesto Rueda –que había declarado minutos antes– y de Marta Bertolino, quien declaró en la audiencia anterior.
En su testimonio narró también sobre el infierno que encontró en el Servicio de Informaciones (SI) y las terribles torturas a las que fue sometido, hasta que fue llevado al sótano, desde donde “a fines de agosto nos llevan a un grupo de 8 o 9 compañeros en un celular de la policía a la unidad de detención de calle Zeballos”. También recordó que luego fueron trasladados a la cárcel de Coronda “donde el trato siguió siendo inhumano”.
Girolami identificó claramente a varios de los imputados de este juicio, a quienes recordó por haber participado en sus tormentos y calvario padecido en el SI. Entre los represores que señaló, nombró a los policías “Lofiego, Marcotte y Scorteccini”.
Hacia el final de su testimonio, Girolami recordó un episodio muy doloroso que le tocó vivir en cautiverio: “En el transcurso de mi detención en Alcaidía fallece mi madre, y por orden del juez, en una ambulancia me acompaña el sargento Vergara a la casa mortuoria. Estuve dos horas, el sargento Vergara venía vestido de civil. Posteriormente al otro día fui también llevado por la misma ambulancia y el sargento Vergara al velatorio, y posteriormente al panteón de la familia donde le dieron sepultura a mi madre”.
Rueda dio una descripción pormenorizada del momento en que el grupo que integraba fue secuestrado por el Ejército, de las torturas padecidas durante su cautiverio, de la euforia cruel con que sus captores festejaban el logro de su cacería, entre otros horrores que ponen en evidencia la participación de los acusados en el plan sistemático de represión y exterminio que llevó a cabo la última dictadura militar.
Jorge Rueda recordó que fue secuestrado por el ejercito las primeras horas del día el 10 de agosto de 1976 mientras estaba en la casa de su novia, María Marcela Girolami, junto con su madre Delfina, su hermano Juan Luis Girolami, el hijo de María, Marta Bertolino y Oscar Manzur, en el piso 2º del domicilio de España 344.
“Habíamos terminado de comer hacía un rato, nos habíamos quedado de sobremesa con Juan Luis Girolami, Oscar Manzur y yo –rememoró Rueda–, estábamos terminando la sobremesa, Manzur tocaba la guitarra. Con Juan Luís era amigo desde la infancia y a Oscar Manzur lo conocía desde hacia un año y medio atrás, y lo conocí porque era compañero de la lista naranja de Sanidad, que se presentaba a elecciones. Era empleado del sanatorio Británico. Con Juan Luís nos criamos juntos en el mismo edificio y siempre fuimos amigos. Yo tenia en ese momento 19 años”.
Rueda describía así la escena previa al momento en que todo el grupo fue secuestrado cuando se disponía a bajar del edificio para ir a tomarse el colectivo rumbo a su casa. “Bajo y estaba el ejército en la puerta del edificio –continuó–. Me hacen abrir, me preguntan de donde vengo, digo que de lo de mi novia. Van arriba al departamento, yo quede abajo apuntado”.
“Había muchos soldados, uno o dos camiones del ejército, una camioneta Ford F100 con una ametralladora. Sube quien se identificó como del Ejército Argentino y golpea la puerta; yo escucho desde abajo. En ese momento desde la parte de atrás del edificio, en las cocheras, se escucha que habían saltado unas personas; evidentemente Marta Bertolino y Oscar Manzur”.
“Se escuchan gritos y hacen entrar la camioneta artillada de trompa a la cochera y empiezan a disparar. Tiran tiros no se con que motivo, porque no había razón para que lo hagan. Cesan los tiros y esta pareja viene, como habían saltado, los veo ingresar por una puertita que daba a la cochera y conectaba con el palier del edificio. A Oscar lo veo rengueando y en calzoncillos, Marta no estaba bien de la caída, estaba embarazada de 6 u 8 meses”.
El relato de Rueda a los jueces del tribunal, prosiguió: “Nos hacen subir al departamento, creo que nos hacen poner contra la pared; a Juan Luís lo veo, no recuerdo a la madre ni de mi novia, no las tengo presentes en ese acto. Luego vienen unas personas de civil al departamento en forma bastante rápida. Posteriormente nos bajan del edificio y a Juan Luís, a Oscar Manzur y a mi nos suben en un camión del ejército, boca abajo y nos trasladan a un lugar que me doy cuenta que era la jefatura de policía”.
A partir de entonces empezó la parte más dura del testimonio de Rueda. “Ni bien llegamos nos vendan los ojos, nos atan las manos atrás, en mi caso con un cable plástico. Nos preguntan los nombres y cuando llega Oscar Manzur se nota un grado de euforia muy elevado en el personal de esa dependencia, como si hubieran hecho un hallazgo invalorable, pero a su vez se notaba que había una crueldad en la forma de festejar que tenían”.
“Acto seguido empiezo a escuchar las torturas a Manzur, que lo habían llevado a otra habitación, eran gritos desgarradores. Lo que yo escuche que le hacían a Manzur no era igual que con el resto. Estaba en una habitación contigua, era algo tremendo. Después escuchaba que la torturaban a Marta. Yo percibía la presencia de Juan Luís al lado mío y después dejé de percibirla. Es como que nosotros estábamos en un corredor y Marta y Oscar en una sala contigua”.
El testigo indicó que a Oscar lo escuchó “durante horas así, tanto a él como a Marta, hasta que después a Manzur no lo escuché nunca más”. Luego Rueda agregó: “ni se si habrá muerto ahí o se lo habrán llevado, pero no se, me da la impresión que por los gritos que daba, puede haber muerto ahí mismo”.
El sobreviviente rememoró además que “a todo esto iban llegando y se escuchaban voces de otros torturados, muchos movimientos de personas”. Y señaló: “también quiero decir que empecé a perder la noción del tiempo, estaba en una sala que no había iluminación natural, estaba vendado, atado, con manos atrás del cuerpo y no se la cantidad de horas o de días, porque no nos dejaban dormir. Eso implicaba la perdida de tiempo espacio, esos eran los métodos franceses de tortura y ahí lo aplicaban a rajatabla”.
El testigo registró, mientras lo torturaban, los sobrenombres de "el mudo y el ciego”. Rueda contó que “al ciego lo escuchaba porque era más o menos el que manejaba los interrogatorios, era una voz más bien grave y todo lo que manifestaba era de forma imperativa. No se cuanto tiempo fui torturado, con submarino, picana, golpes. También lo escuchaba a Juan Luís Girolami siendo torturado, nos torturaban un rato a cada uno”.
El sobreviviente completó su largo testimonio recordando además a buena parte de los otros detenidos que se encontró en los otros espacios del Servicio de Informaciones, como la Favela e hizo un repaso por las distintas cárceles de la dictadura por las que fue paseado, como la “Redonda”, “Coronda” y “Caseros”.
Luego fue el turno de el otro testigo, Juan Luís Girolami ,quien también estuvo en ese edificio de calle España, donde él vivía.
“Yo quiero aclarar que era militante de la Juventud Trabajadora Peronista”, aclaró Girolami, y recordó que esa noche cunado los secuestraron, “uno de los miembros del ejercito dice «mira parece que agarramos unos montoneros». Uno del ejercito se comunica con alguien y dice «tenemos un grupo de personas dentro de los cuales están Oscar Manzur y a Marta Bertolino, estamos situados en tal lugar»".
El testigo reforzó las declaraciones de su amigo, Ernesto Rueda –que había declarado minutos antes– y de Marta Bertolino, quien declaró en la audiencia anterior.
En su testimonio narró también sobre el infierno que encontró en el Servicio de Informaciones (SI) y las terribles torturas a las que fue sometido, hasta que fue llevado al sótano, desde donde “a fines de agosto nos llevan a un grupo de 8 o 9 compañeros en un celular de la policía a la unidad de detención de calle Zeballos”. También recordó que luego fueron trasladados a la cárcel de Coronda “donde el trato siguió siendo inhumano”.
Girolami identificó claramente a varios de los imputados de este juicio, a quienes recordó por haber participado en sus tormentos y calvario padecido en el SI. Entre los represores que señaló, nombró a los policías “Lofiego, Marcotte y Scorteccini”.
Hacia el final de su testimonio, Girolami recordó un episodio muy doloroso que le tocó vivir en cautiverio: “En el transcurso de mi detención en Alcaidía fallece mi madre, y por orden del juez, en una ambulancia me acompaña el sargento Vergara a la casa mortuoria. Estuve dos horas, el sargento Vergara venía vestido de civil. Posteriormente al otro día fui también llevado por la misma ambulancia y el sargento Vergara al velatorio, y posteriormente al panteón de la familia donde le dieron sepultura a mi madre”.