Juicio Guerieri-Amelong. Día 20 (testimonio de Adriana Arce)
El primer juicio a los represores de la dictadura en Rosario tuvo en la audiencia de este lunes el inicio de un nuevo capítulo, el referido a la Fábrica Militar de Armas Domingo Mateu, lugar que funcionó como centro clandestino de detención bajo el control operativo de los mismos hombres que fueron identificados en los campos de concentración La Calamita, Quinta de Funes, Escuela Magnasco y La Intemedia. La ronda de testigos que abrió esta etapa del proceso oral y público estuvo integrada por tres sobrevivientes: Adriana Arce, el concejal Juan Rivero y Ramón Verón. En aquel centro clandestino funciona hoy la sede de la Policía de Rosario. Arce recordó que "Galtieri me dijo que viviría porque me llamaba igual que su hija".
La ex detenida política Adriana Arce –primera en declarar– ofreció un crudísimo testimonio que incluyó, además de las ya repetidas sesiones de torturas que se vienen denunciando como una práctica sistemática en el juicio, el relato de un aborto sin anestesia que le practicaron los secuestradores del Ejército.
Arce fue detenida el 11 de mayo de 1978 y llevada al centro clandestino detención que funcionaba en la Fábrica Militar de Ovidio Lagos al 5400. Adriana declaró que apenas ingresada la “desnudaron y pusieron contra una pared sin revocar. Dijeron que estaba en un chupadero y a disposición de un grupo de tareas de fuerzas conjuntas”. La testigo contó que les avisó a los captores que “estaba embarazada y no les importó nada”.
“Me desnudaron y me pusieron en la parrilla –continuó su relato Arce–, que era un elástico metálico de una cama sobre el cual me ataron de pies y manos. Usaban como medio de tortura la picana eléctrica, que me aplicaron debajo de las uñas del dedo gordo de mi pie y luego me tiraban agua fría y agua caliente. Me aplicaron además en vagina, pezones, en todas partes. Recuerdo que me orinaron encima. Tenia los pechos convertidos en dos morcillas”.
Adriana militaba en el sindicato de los docentes rosarinos, en ese momento denominado Sindicato de Trabajadores de la Educación Rosario (Sinter, el antecesor de Amsafé). Los días siguientes a su detención la inquirieron sobre su militancia: “Me preguntaron por mucha gente del sindicato, por Guillermo White, y por muchos que estaban desaparecidos. Querían saber la filiación política de los compañeros del gremio. También demostraron tener registrados todos y cada uno de mis movimientos”.
La testigo señaló al tribunal que “sobre una mesa tenían fotos que me mostraban y no pude decir quiénes eran, porque no los reconocía. Me preguntaron mucho por Alberto Tur, que fui a ver a Santa Fe el día que me secuestraron. Él tenía un hermano en México y entonces me acusaban de que junto a Alberto Tur me ocupaba de sacar a los cabecillas de la organización afuera del país”.
Adriana recordó entre sus interrogadores a “Pepe, Rubén y Armando”. “Me decían que me podían llevar al extranjero si colaboraba. Ellos estaban muy nerviosos porque necesitaban información que yo no les poda brindar para nada”, indicó Arce, quien agregó que “sobre el 13 o 14 de mayo me llevaron a la cocina, había cartas y fotos y me proyectaron diapositivas. Allí reconozco al novio de la compañera Marta Borzone, que era compañera del sindicato”.
Arce identificó a una larga lista de represores. Además de señalar y reconocer a Juan Daniel Amelong, Oscar Pascual Guerrieri, Jorge Fariña, Walter Pagano y Eduardo Costanzo –los imputados en la causa–, la testigo agregó varios represores más: “Rubén Rébora”, quien en realidad se llama Eduardo Rebecchi; “Pepe” (Marino González); “Armando” (Alberto Pelliza); Barba (Juan Cabrera), Puma (Ariel Porra), Ricardo Ríos (Walter Roscoe). Además mencionó a un “tal Tito o Pipo”, a un médico de apellido Ciciliani, a Cristeler, Carlitos y Mario.
Adriana también se refirió a sus compañeros de cautiverio: “Estuve con (Ramón) Veron, (Juan) Ribero y (Ariel) Morandi, y en otra habitación estaban (Olga) Moyano y (Susana) Miranda. En la Fábrica Militar también estuvo Hilda Cardozo, quien posteriormente fue trasladada a otros centros clandestinos de detención y continúa desaparecida. Miranda y Morandi también fueron trasladados y permanecen desparecidos”.
El episodio más terrible narrado por Arce fue sin dudas cuando se refirió al aborto sin anestesia que le practicaron sus captores, en un departamento de calle Entre Ríos entre Urquiza y Tucumán al que la trasladaron.
“Me acostaron con los ojos vendados sobre la mesa de madera que ellos comían. El médico me dijo que «no había anestesia, pero te tengo que hacer un aborto porque es la única posibilidad de que vivas. A lo mejor morís, pero si no te lo hago morís igual»”, contó Arce.
“Estaban todos alrededor de la mesa, un gendarme llamado Domingo que me acariciaba la cabeza y que luego me trajo una pluma de Cabure (según sus creencias). Yo recuerdo haberle dicho que tenia un Diu, y el médico me dijo que si me lo sacaba me iba a producir una lesión que, como no tenía ahí para suturar, no podía hacerlo. El médico les dijo a los otros que «después de todo lo que le hicieron ahora se quedan callados». Yo vi como en una olla de aluminio hirvieron todo lo que usaron para hacerme el aborto”.
La sobreviviente agregó que desde ese momento “quedó anulada mi capacidad reproductiva para siempre y de ello también son responsables”.
Adriana Arce recordó que “las ultimas semanas de mayo llego una mujer con un chico, escuchamos los llantos del niño y el ruido de las torturas”, y que “hacia fines de junio vino Galtieri, y ese día nos dieron mate cocido, nos dejaron bañar. Nos entrevistó a cada uno personalmente. Cuando le dije mi nombre me dijo que tenía una hija que se llamaba igual que yo. Me dijo que él era el general Galtieri y que decidía entre la vida y la muerte, y que como yo me llamaba igual que su hija iba a sobrevivir”.
La testigo declaró que en julio fueron trasladados al Batallón 121 de Rosario, donde comenzó su proceso de “blanqueo” (legalización). Allí Adriana pudo recibir la visita de su madre y volver a ver a su hijo –a quien no veía desde su detención–. En ese centro de detención vio a otros dos detenidos: “Juan Garay y una chica Norma Orrego que era del Chaco, que fueron trasladados a una granja en Ezeiza. No sé nada más de estas dos personas”.
Finalmente, en febrero de 1979 Adriana fue trasladada al penal de Devoto. "Con Moyano fuimos trasladadas en un vehículo primero al aeropuerto de Rosario y luego, con el Servicio Penitenciario en avión a Devoto, atadas al piso del avión. Llegamos a aeroparque y de ahí en un vehículo del Servicio Penitenciario a Devoto”, concluyó la sobreviviente.
La ex detenida política Adriana Arce –primera en declarar– ofreció un crudísimo testimonio que incluyó, además de las ya repetidas sesiones de torturas que se vienen denunciando como una práctica sistemática en el juicio, el relato de un aborto sin anestesia que le practicaron los secuestradores del Ejército.
Arce fue detenida el 11 de mayo de 1978 y llevada al centro clandestino detención que funcionaba en la Fábrica Militar de Ovidio Lagos al 5400. Adriana declaró que apenas ingresada la “desnudaron y pusieron contra una pared sin revocar. Dijeron que estaba en un chupadero y a disposición de un grupo de tareas de fuerzas conjuntas”. La testigo contó que les avisó a los captores que “estaba embarazada y no les importó nada”.
“Me desnudaron y me pusieron en la parrilla –continuó su relato Arce–, que era un elástico metálico de una cama sobre el cual me ataron de pies y manos. Usaban como medio de tortura la picana eléctrica, que me aplicaron debajo de las uñas del dedo gordo de mi pie y luego me tiraban agua fría y agua caliente. Me aplicaron además en vagina, pezones, en todas partes. Recuerdo que me orinaron encima. Tenia los pechos convertidos en dos morcillas”.
Adriana militaba en el sindicato de los docentes rosarinos, en ese momento denominado Sindicato de Trabajadores de la Educación Rosario (Sinter, el antecesor de Amsafé). Los días siguientes a su detención la inquirieron sobre su militancia: “Me preguntaron por mucha gente del sindicato, por Guillermo White, y por muchos que estaban desaparecidos. Querían saber la filiación política de los compañeros del gremio. También demostraron tener registrados todos y cada uno de mis movimientos”.
La testigo señaló al tribunal que “sobre una mesa tenían fotos que me mostraban y no pude decir quiénes eran, porque no los reconocía. Me preguntaron mucho por Alberto Tur, que fui a ver a Santa Fe el día que me secuestraron. Él tenía un hermano en México y entonces me acusaban de que junto a Alberto Tur me ocupaba de sacar a los cabecillas de la organización afuera del país”.
Adriana recordó entre sus interrogadores a “Pepe, Rubén y Armando”. “Me decían que me podían llevar al extranjero si colaboraba. Ellos estaban muy nerviosos porque necesitaban información que yo no les poda brindar para nada”, indicó Arce, quien agregó que “sobre el 13 o 14 de mayo me llevaron a la cocina, había cartas y fotos y me proyectaron diapositivas. Allí reconozco al novio de la compañera Marta Borzone, que era compañera del sindicato”.
Arce identificó a una larga lista de represores. Además de señalar y reconocer a Juan Daniel Amelong, Oscar Pascual Guerrieri, Jorge Fariña, Walter Pagano y Eduardo Costanzo –los imputados en la causa–, la testigo agregó varios represores más: “Rubén Rébora”, quien en realidad se llama Eduardo Rebecchi; “Pepe” (Marino González); “Armando” (Alberto Pelliza); Barba (Juan Cabrera), Puma (Ariel Porra), Ricardo Ríos (Walter Roscoe). Además mencionó a un “tal Tito o Pipo”, a un médico de apellido Ciciliani, a Cristeler, Carlitos y Mario.
Adriana también se refirió a sus compañeros de cautiverio: “Estuve con (Ramón) Veron, (Juan) Ribero y (Ariel) Morandi, y en otra habitación estaban (Olga) Moyano y (Susana) Miranda. En la Fábrica Militar también estuvo Hilda Cardozo, quien posteriormente fue trasladada a otros centros clandestinos de detención y continúa desaparecida. Miranda y Morandi también fueron trasladados y permanecen desparecidos”.
El episodio más terrible narrado por Arce fue sin dudas cuando se refirió al aborto sin anestesia que le practicaron sus captores, en un departamento de calle Entre Ríos entre Urquiza y Tucumán al que la trasladaron.
“Me acostaron con los ojos vendados sobre la mesa de madera que ellos comían. El médico me dijo que «no había anestesia, pero te tengo que hacer un aborto porque es la única posibilidad de que vivas. A lo mejor morís, pero si no te lo hago morís igual»”, contó Arce.
“Estaban todos alrededor de la mesa, un gendarme llamado Domingo que me acariciaba la cabeza y que luego me trajo una pluma de Cabure (según sus creencias). Yo recuerdo haberle dicho que tenia un Diu, y el médico me dijo que si me lo sacaba me iba a producir una lesión que, como no tenía ahí para suturar, no podía hacerlo. El médico les dijo a los otros que «después de todo lo que le hicieron ahora se quedan callados». Yo vi como en una olla de aluminio hirvieron todo lo que usaron para hacerme el aborto”.
La sobreviviente agregó que desde ese momento “quedó anulada mi capacidad reproductiva para siempre y de ello también son responsables”.
Adriana Arce recordó que “las ultimas semanas de mayo llego una mujer con un chico, escuchamos los llantos del niño y el ruido de las torturas”, y que “hacia fines de junio vino Galtieri, y ese día nos dieron mate cocido, nos dejaron bañar. Nos entrevistó a cada uno personalmente. Cuando le dije mi nombre me dijo que tenía una hija que se llamaba igual que yo. Me dijo que él era el general Galtieri y que decidía entre la vida y la muerte, y que como yo me llamaba igual que su hija iba a sobrevivir”.
La testigo declaró que en julio fueron trasladados al Batallón 121 de Rosario, donde comenzó su proceso de “blanqueo” (legalización). Allí Adriana pudo recibir la visita de su madre y volver a ver a su hijo –a quien no veía desde su detención–. En ese centro de detención vio a otros dos detenidos: “Juan Garay y una chica Norma Orrego que era del Chaco, que fueron trasladados a una granja en Ezeiza. No sé nada más de estas dos personas”.
Finalmente, en febrero de 1979 Adriana fue trasladada al penal de Devoto. "Con Moyano fuimos trasladadas en un vehículo primero al aeropuerto de Rosario y luego, con el Servicio Penitenciario en avión a Devoto, atadas al piso del avión. Llegamos a aeroparque y de ahí en un vehículo del Servicio Penitenciario a Devoto”, concluyó la sobreviviente.